La más vieja democracia del planeta está a prueba el día de hoy. Será una tragedia si Donald Trump se hace con el triunfo, llegando en forma inédita por segunda ocasión a la Casa Blanca y más filoso que la primera vez. Tendrá que ganar en las urnas y sobre todo en el Colegio Electoral donde parece haber un equilibrio catastrófico.
Sería la elección popular que más allá de decirnos quién será el presidente, de paso estaría sepultando la democracia misma con el apoyo mayoritario de los electores, siempre en esa extraña combinación de voto directo e indirecto. En otras palabras, sería el inicio de una nueva era con similitudes alarmantes a lo que representó Hitler para Alemania y el mundo en 1933. Todo parangón de este tipo es absurdo si se quiere, pero la historia también es comparación del pasado con el presente. La realidad es que en Estados Unidos se ha venido trabajando en una desembocadura así, como se reconoce por distinguidos científicos y politólogos.
La señora Harris en muchas agendas es obvio que se apega a las agendas imperialistas de la principal potencia del planeta. Hay matices, simplemente. En estos días sabremos qué pasará y cuál es el futuro inmediato para la humanidad, no solo para los Estados Unidos.
Entre tanto, nuestro país absolutamente dividido y confrontado, cuando más debiera estar unido y con una política exterior fuerte, constitucional y democrática.