reyes-duarte1-13mar2014

La deuda del estado de Chihuahua sigue y seguirá dando de qué hablar. En realidad hasta ahora lo que tenemos es un conjunto de declaraciones crípticas de difícil interpretación porque, justamente, ahí está el secreto, cuando del manejo del dinero público se trata. Cualquiera con dos dedos de frente y un mínimo conocimiento de las reglas básicas de la aritmética y de la partida doble que rige la más simple de las contabilidades, puede entender si se le informa con precisión lo que pasa en Chihuahua. No es así porque los gobernantes, para patrocinar a las gemelas corrupción e impunidad recurren a un lenguaje complejo, cargado de artificios, oscuro, para grandes iniciados, diestros en el ocultamiento y el engaño para que al final se concluya: nadie sabe, nadie supo. En esto los gobernantes neoliberales han aprendido la lección de los financieros que son más resbalosos que un marrano encebado. Se acostumbra decir que en cuestión de número no hay engaño, mejor sería que se afirmara que en materia de contabilidades los hay, y mucho; deliberados y dolosos, obviamente.

Aquí hay un debate no del todo claro en cuanto a los alcances del monto de la deuda, en qué gobierno se acrecentó y quién debe dar la cara específicamente sobre esta materia. Hay leyes que así lo disponen, órganos obligados a poner los puntos sobre las íes y van desde las contralorías internas, las secretarías de hacienda, las auditorías y los congresos, por englobar todos los marcos competenciales. Pues bien: esos órganos no han hablado con la claridad y transparencia que el asunto requiere y entonces el tema se presta para darle pólvora al “fuego amigo”, aparentar que se debate una cosa pero en realidad se busca otra; todo lo imaginable, menos decir con claridad aritmética y lingüística dónde está el debe y sus porqués y quiénes lo concretaron en obligaciones exigibles al estado de Chihuahua y por ende a sus habitantes y contribuyentes.

 

Se necesita una labor con bisturí en la mano, porque a final de cuentas todo lo que se diga y por qué se dice resulta importante. Supongamos que es “fuego amigo” para dirimir la senda hacia la gubernatura del 2016. Es posible, pero a la vez ingenuo, pensar que los actores enfrentados, Reyes-Duarte, van a ser factores de decisión en la mismísima era de la reedición del presidencialismo autoritario que en la persona de Peña Nieto dirá en su momento “quien” para Chihuahua.

 

Se necesita una labor con bisturí en la mano, porque a final de cuentas todo lo que se diga y por qué se dice resulta importante. Supongamos que es “fuego amigo” para dirimir la senda hacia la gubernatura del 2016. Es posible, pero a la vez ingenuo, pensar que los actores enfrentados, Reyes-Duarte, van a ser factores de decisión en la mismísima era de la reedición del presidencialismo autoritario que en la persona de Peña Nieto dirá en su momento “quien” para Chihuahua. Cierto es también que desde el balcón duartista se quiere lanzar la papa caliente hacia el pasado y no cargar el pesado lastre que haga del actual cacique mayor el Moreira de Chihuahua; entonces hay que endilgar la acusación creyendo que el acusado se va a quedar callado, cosa que no sucedió. Entre paréntesis habría que recordarle a Duarte que de haber boquetazo él salió de ahí, aunque no sea la boca de un útero político y que el conducirse con tan grandes trazos de brocha gorda contra su compañero de partido lo pinta, por decir lo menos, como un malagradecido, cosa que a mí en lo particular me tiene sin cuidado. Los priístas son así, pero lo que no les podemos brindar es la oportunidad de que nos vean la cara de tontos a todos.

Es obvio que el asunto no se puede turnar a una junta de priístas en la que estén representados uno y otro bando. Tampoco se trata de que alguien emita un laudo arbitral que fije las cosas en su verdadera dimensión. El asunto es de interés público y por tanto cae en el ámbito del derecho público, no del privado como se quiere procesar. Por decirlo de otra manera, si fueran deudas particulares entre Duarte y Reyes, podrían hacerlo con entera legitimidad; pero del dinero del que aquí se habla es el patrimonio de los chihuahuenses y por tanto, aunque soy descreído de esto, las instituciones deben funcionar para fincar las responsabilidades en que se ha incurrido, si fuera el caso, o esclarecer de qué se trata si se quiere con entero realismo político al cual no soy muy afecto porque lo mismo da para el cinismo que para la razón de Estado y hasta del partido mismo que se involucra.

Así que hagámonos cargo de que este diferendo entre dos políticos del PRI sea la oportunidad para hincar el diente sobre el tema con las consecuencias que sobrevengan.

 

¿Y los diputados qué hacen en torno a la deuda y este debate?

Si con generosidad contestáramos esta pregunta, diríamos que lástima que conduce a compasión. Pero sería lo menos aconsejable. En realidad se siente vergüenza ajena cuando se leen las declaraciones de algunos representantes en el Congreso local, más el coraje mismo, porque se les paga muy bien para que se manejen de la manera que lo hacen.

Empecemos con el hijo de su papá, Rodrigo De la Rosa, pastor del PRI y una especie de Don Roque, aquel muñequito que en manos de Paco Miller decía barbaridad y media. Para este diputado el asunto es sencillo –¡oh mi Dios, dónde está Por mi madre bohemios de Carlos Monsiváis!– y se reduce a esto, según declaración pública: “Yo no sé si deba ser pública la aclaración de las cifras presentadas por el Secretario, y el exgobernador emite una opinión donde dice que no es cierto (…). Se tiene que arreglar en lo corto más que hacer declaraciones en los medios”. Tendríamos qué preguntarnos qué está haciendo este señor como diputado que ni siquiera sabe el carácter público de este asunto. Si el tema fuera de alcoba sería distinto, creo que lo entiende, porque cuando sugiere que lo “arreglen en corto”, su cabecita parece recomendar una solución entre novios enojados, miembros de una mafia o compadres que se pelearon el fin de semana en la cantina. Y este es el jefe de los priístas en nuestro Congreso. Por eso estamos en la miseria institucional absoluta, como bien lo exhibió una diputada del PRI, de cuyo nombre no quiero acordarme, que imploró que Duarte le hiciera llegar sus instrucciones.

rodrigo-de-la-rosa13mar2014

Pero vea usted lo que hace la “izquierda” representada por Hortensia Aragón Castillo, del PRD. Nos dice, beisboleramente en esta materia, que la reacción de Reyes Baeza “es un derecho de réplica (…) y que fue aludido innecesariamente ya que se pierde una regla elemental dentro de la política que es que si le vas a echar la culpa a alguien no se la echas a los de tu mismo equipo, por lo menos batea la pelota al equipo contrario”. En otras palabras, su sabia recomendación es que la complicidad, las redes que la tejen, son tan sagradas y del tufillo del más deplorable maquiavelismo, que entre mafiosos (perdón, miembros del mismo equipo) no se tocan y que si de encontrar un culpable, habrá que buscarlo en otra parte, aunque no tenga velo en el entierro como es fácil de suponer. ¡Qué forma de traicionar la rendición de cuentas que figura como divisa en los documentos básicos del PRD!

hortensia-aragon13mar2014

Tercia César Jáuregui que nos dijo, primero, que ya entendía lo que había pasado con la deuda y no dudo que así sea. Siempre lo he catalogado, siguiendo a Cossío Villegas, como un animal puramente político, lo que no significa una denostación. El problema está en que si César ya entendió no nos lo ha compartido a todos, ni siquiera, patricianamente, con manzanitas. Luego critica que se proponga una fórmula de “amigos” para resolver el problema, pero pierde la miga del asunto porque, a final de cuentas, se está sugiriendo una forma de deslindar responsabilidades y eso de alguna manera es inédito en las relaciones entre priístas del nivel de los que hoy están en diferendo. En todo caso, la fracción panista debe dar muestras de que puede clavar el diente en este asunto para la obtención de una mayor transparencia.

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Finalmente viene el diputado Fernando Reyes, el yerno de su suegro, y cualquier cosa que diga en esta materia, la que sea, no tiene validez alguna porque ya se sabe la pasta de traidor de que está hecho, basta y sobra que en la legislatura donde fue diputado del PAN (ahora lo es de Movimiento Ciudadano por voluntad de Duarte, su suegro y para la mayor gloria de Teporaca) claudicó cínicamente de su función de fiscalizador, como lo registran los anales parlamentarios, que por cierto nadie lee.

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En pocas palabras, la acción de los diputados no da ni para un batidillo de un género menor del teatro en materia de dramas de enredos. Si hubiese necesidad de premiar a alguno, el diputado destacado sería Rodrigo De la Rosa: él no batalla, puesto que “en corto” todo se arregla y así obtendría su Oscar a la mejor actuación.

 

Patricio Martínez: el enano del tapanco

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Que Patricio se sube a la reja y que pone manzanitas en la tribuna y que por primera vez nos damos cuenta que hace algo en el Senado de la República. Lo hizo con el look de un hombre blanco y barbado que está muy lejos de convertirse en Quetzalcóatl. Con un retraso proverbial, ajeno a toda previsión de lo que pasa en Chihuahua, el senador Patricio Martínez subió a tribuna para defender a los manzaneros chihuahuenses que pasan por una dolorosa crisis ante la incuria de los gobiernos estatal y federal, a la que se adosa la corrupción. Tácticamente podría estimar que al sumar su voz en este asunto habría que agradecérselo y no faltará quien lo haga y además que tenga razón. Pero para mí su teatro, su fingido simulacro según la canción, tiene otra explicación y va por por lo que sucedió hace muchos años en calles aledañas a las Vizcaínas en la ciudad de los palacios. Va de cuento:

El enano del tapanco, según la leyenda, era cónyuge de una de esas mujeres que se conocen como hetairas y comercian con su cuerpo y en este caso, además, con la complacencia y complicidad del marido. En el caso que me ocupa, el enano que vigilaba todo en calidad de voyeur ponía especial atención a la hora de cubrirse los estipendios, por hombres que ya satisfechos se convierten en remisos. Cuando sucedía esto, el enano, ocultando su tamaño, desde un tapanco gritaba: “o pagas o bajo y ahí te arreglo”. Hasta que hubo uno que sabiendo las limitaciones del liberal cónyuge le dijo que no había necesidad, que él subía, y todo se arregló en sana paz.

Patricio es uno de estos enanos con tapanco, en este caso una reja de manzanas, que lo hizo aparecer en tribuna como un gigante, aunque no lo sea. Cuando de Los Pinos le digan que ya no suba tan alto, que van por él, porque el telecé es el telecé, no dudará en guardar el silencio que seguramente le guardó el enano a la mujer que prefirió compartida, como diría Pablo Milanés. Tan no lo dudo, que sigo en la misma postura con relación a este Patricio tapanquero al que una vez califiqué de nuevo polko cuando hipócritamente fue a conmemorar la Batalla de Sacramento. Yo por mi parte, y ya que de manzanas hablamos, lo haría una especie de Guillermo Tell chihuahuense: le dispararía mi flecha absolutamente convencido de mi puntería.