Las disputas “mundanas” que por estos días enfrentan los “hombres de Dios”, encarnados esta vez en pastores evangélicos, han llegado al muladar de la política. O al menos así lo exigen, entre otros, el presidente nacional de las Asambleas de Dios, Abel Flores Acevedo, pues en un desplegado que no cuesta menos de 30 monedas de oro (30 mil terrenales pesos mexicanos al tipo de cambio de hoy) demandan la intervención del César, el corrupto; de Javier Corral, el sucesor al trono, y del pueblo de Sodoma, Chihuahua.

En el fondo ansían tener razón: acusan al mercader Roberto Tinoco Quintana de pretender apoderarse del millonario templo que alberga a la iglesia Palabra Viva y del terreno en que se asienta –por cierto en una zona de opulentos metros cuadrados, allá por Haciendas del Valle–, luego de su expulsión como pastor del concilio, según Flores Acevedo, integrado por unos 13 mil ministros esparcidos a lo largo y ancho de la Tierra Prometida de Peña Nieto.

A decir de los heraldos localizados al norte del reino, el pagano Tinoco ya tiene varias acusaciones por parte de los fariseos, mayormente relacionadas con sus ambiciones económicas: cirugías plásticas para él y su consorte, mansión particular, autos de lujo, negocios con careta redentora, programas de radio, publicidad nada barata. Es decir, tiene a su disposición todo un complejo corporativo –asesoría financiera incluida– desde el cual oferta el paraíso al mejor postor con elevadas ganancias personales a unos 10 mil seguidores en cinco ciudades del estado, una en Guadalajara y al menos otra en El Paso, Texas, donde el diezmo, obviamente, se deposita en dólares.

La situación se agravó la semana pasada cuando desconocidos a bordo de un vehículo de reciente modelo le dispararon, al llegar a su casa y sin ocasionarle lesiones, al pastor Gilberto Cordero Jaramillo, quien días antes denunció públicamente la corrupción en que supuestamente había incurrido Tinoco Quintana. Cordero funge como tesorero del Distrito Sur de Chihuahua del Concilio Nacional de las Asambleas de Dios.

Tinoco, a su vez, acusó a los fariseos de querer extorsionarle con 24 millones de pesos a cambio de dejarlo continuar manejando la iglesia Palabra Viva en el lujoso templo cuyo valor estima el propio predicador en unos millones más de los que aquellos le ofrecieron. Al no hacerlo, según acusó en rueda de prensa consignada en los papiros de múltiples medios de comunicación, presionaron para darlo de baja en el Concilio y ante la Secretaría de Gobernación como ministro de culto y buscar despojarlo del ostentoso complejo cristiano.

En el desplegado referido causa extrañeza –bueno, entre ministros te veas– que invoquen la ayuda del César y, al mismo tiempo, del gobernador electo, Javier Corral. Le apuestan a Dios y al Diablo. No quieren perder. Usan la palabra del Dios para hacer política y hasta elevan el tono a la hora de exigirles a aquellos y a una Fiscalía a punto de abortar, “una pronta y profunda investigación de los hechos”, no sin antes “condenar enérgicamente los cobardes ataques” en contra de la integridad física de sus directivos, en este caso del tesorero de su organización.

El desenlace en estas escrituras es incierto, pero se advierte algo de apocalíptico. Chihuahua se mueve, hoy por hoy, en el limbo político. Pero se puede decir, por ahora, que la humildad cristiana es lo que evidentemente está ausente en esta discordia.