Luis Fierro Ramírez, en su calidad de rector electo de la Universidad Autónoma de Chihuahua, ha debutado periodísticamente con una muy larga y bien diseñada entrevista desplegada en El Heraldo de Chihuahua en su edición dominical de ayer. Encontré algunas perlas dignas de comentario, pero me quedo con dos, ineludibles. La primera tiene que ver con su visión teocrática del poder; la segunda, con la corrupción política.

Fierro Ramírez, para alcanzar el cargo, dijo: “Dios, tú me vas a poner en el lugar indicado; si es o no es, no importa, yo quiero estar en el lugar que tú me indiques, porque ese es el lugar donde yo puedo hacer bien las cosas”. Bajo esta premisa, la política, la ciudadanía universitaria, la concepción misma del poder, pasan a un lugar lejano de la modernidad para dar paso, en este caso, a lo que bien podríamos llamar la puesta en escena del “derecho divino” de los rectores (no oculto que me inspiro en el título del clásico El derecho divino de los reyes, de John Neville Figgis). No se abundó más en la entrevista, por lo que se desconoce si también llegarán con el cargo las facultades taumatúrgicas, que tan bien manipularon los luises en la Francia de la monarquía absoluta. El mensaje es inequívoco y dios lo dijo: llego para hacer bien las cosas.

En ese contexto, no es adecuado que se hable de la corrupción en la UACH como algo que puede o no existir. En la UACH –hay que decirlo con todas sus letras– hay corrupción, y se debe ir a fondo en contra de la misma, y en esto la Rectoría no es el único resorte que se puede mover; hay otros que deben demostrar, con hechos, que se avanzará en el combate de ese cáncer que tiene diversos rostros en la universidad y de muchos años a acá. Baste decir que un rector fue a la cárcel por ese motivo.

La corrupción de la universidad es de las que más daña a la sociedad. En diversas ocasiones he dicho que la corrupción de lo mejor es la peor, porque precisamente un centro de educación superior, donde se forman hombres y mujeres para el mejor futuro del país, debe estar al margen de prácticas negras, como las que hemos visto en la UACH, no en el pasado remoto, sino en estos días, por lo que no es válido decir: “actuaré si hay corrupción”. Es una frase mal construida, con malos augurios, porque lo correcto es, si hay voluntad al respecto, preparar ya el programa anticorrupción, que empieza, por sólo poner un ejemplo, con la limpia de maestros de tiempo completo que ya ni siquiera se presentan a recoger su jugoso cheque, sino que envían a mensajeros a cobrar la canonjía. Y vaya que me refiero no al más grave de los problemas. También es corrupción patrocinar sistemáticamente a la prensa de la tiranía a través de medios digitales como Tiempo, La opción, Omnia, entre muchos otros que, dicho sea de paso, ni buena ortografía tienen, además de que la universidad no obtiene ningún bien con este mecanismo publicitario.

Por lo pronto, bien vale esta consigna: más laicismo y menos teología.

 

Carlos Hermosillo y Jaime Herrera están nerviosos

Hermosillo (2o. izq-der) y Herrera (esq. der.)
Hermosillo (2o. izq-der) y Herrera (esq. der.)

Quienes los ven de cerca –desgracia que no padezco–, advierten que tanto el diputado postizo, Carlos Hermosillo Arteaga, como el financiero de la corrupción, Jaime Herrera Corral, se muestran nerviosos, estresados, como que sienten que están próximos días de adversidad, con juzgados, auditorías, contralorías, causas penales, amparos y demás anexos que llegan cuando se tiene que enfrentar la responsabilidad de haber operado, desde la posición de funcionarios públicos, todo un catálogo de delitos penales por los que más temprano que tarde tendrán que responder. Sus años rosas al lado del duartismo, cuando la molicie y el porvenir sonreían, están a treinta días de concluir, y empezará la cuesta arriba que se sufre más cuando la carga va ladeada.

Aún así, Carlos Hermosillo se brinda oportunidades para declarar a la prensa engañifas, adosadas con fotos prácticamente de estudio con impecable traje y lustrosa tribuna. La última y aberrante es que le quiere dar lecciones de buena conducta a Javier Corral, metiéndose a calificar las declaraciones de éste en torno al cacicazgo en decadencia, del cual es cómplice. Es la clásica: Carlos Hermosillo cree que va a confundir a la opinión pública gritando: ¡al ladrón, al ladrón!, pensando que eso lo desubica de la mirada pública que lo tiene bien colocado del lado de la corrupción más grande que ha habido en Chihuahua.

 

El “Padre Negris” continúa de huésped de esta columna

El "Padre Negris".
El «Padre Negris».

El afamado “Padre Negris” dice que la misa que se hizo a Juan Gabriel en Ciudad Juárez no es un homenaje, sino un acto por el eterno descaso del divo. O sea que, cuando quiera divertirse más y bailar sin fin, vaya al Noa Noa, lugar más cerca que el más allá.