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Usted conoce esta leyenda: se dice que un día Diógenes salió, lámpara en mano, por las calles de Atenas a buscar un hombre. Si algún personaje con los arrestos críticos del legendario filósofo hubiera intentado acción similar el viernes 28 de febrero en el Pleno del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Chihuahua, probablemente habría roto su lámpara y habría pensado que de madera tan torcida de la que están hechos los magistrados no se puede hacer nada derecho. De inicio no habría encontrado a José Alberto Vázquez Quintero, que deshonró el alto cargo de presidente huyendo, luego de haberle dicho a todo Chihuahua que él había sido electo para tres años y que estaba dispuesto a concluir su encargo. En cambio, se habría encontrado con un cúmulo de magistrados, hombres y mujeres, a los que les caló muy hondo que César Duarte estuviera molesto, atufado con ellos porque no cumplían al pie de la letra sus órdenes y caprichos, como en su momento lo hizo el defenestrado Javier Ramírez Benítez.

Está de más subrayar que con sus torticeras obras los magistrados nos dieron esta enseñanza. Es la costumbre burocrática, el canjear la preservación de los privilegios personales por la entrega de un poder fundamental del estado. El ethos burocrático que garantiza un retiro seguro y confortable.

Para dar muestra de disciplina y carencia de columna vertebral, eligieron por consigna como su presidente a José Miguel Salcido Romero, un empleomano que llegó a la antesala constitucional con el encargo de convertirse, al vapor, en la cabeza visible del duartismo en el Poder Judicial. Los magistrados, cuando emitieron, en vergonzosa unanimidad, el voto por este parralense, en realidad sufragaron la cuota que faltaba para aniquilar la división de poderes en la entidad, concentrándolos todos en un solo hombre que pasa a ser tirano completo por lo que resta de sus escasos dos años y medio. El Pleno pudo haber tenido como música de fondo esa canción que tan bien canta Eugenia León: Teatro, lo tuyo es puro teatro… Es una historia agraviante que ya corona la simulación a la que se puede llegar en un régimen en franca descomposición. Cuando esto sucede es dable pensar en los términos de la Declaración de los Derechos del hombre y el ciudadano de 1789 en Francia: Donde no hay división de poderes no hay constitución. Está de más subrayar que con sus torticeras obras los magistrados nos dieron esta enseñanza. Es la costumbre burocrática, el canjear la preservación de los privilegios personales por la entrega de un poder fundamental del estado. El ethos burocrático que garantiza un retiro seguro y confortable. Vendieron a Chihuahua, ahora falta saber si los ciudadanos lo toleran por más tiempo. Los que tenemos vocación política diremos sin embargo y continuaremos en la brega, pero nada se logrará si no se consolida un gran bloque social contra el autoritarismo reinante y la sumisión abyecta de que dieron muestra los magistrados diciéndole a toda la sociedad de qué pasta humana están hechos. Palabras fuertes, si las hay, lo entiendo; pero no hay otras cuando nos percatamos de bulto que estos magistrados no aprovecharon ni el segundo de libertad que les daba signar una cédula secreta para –mínimamente– abstenerse, entregar un papel en blanco o recordar a Benito Juárez que un día, con toda la dignidad que le daba encabezar la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se hizo de la presidencia para construir un México de libertades públicas. Por lo visto a estos magistrados poco les importan los ejercicios solitarios.

Llamó la atención cómo el magistrado Juárez Villarreal, por mayor apología al postular la candidatura del ahora presidente del STJ, haya dicho de él que es “una buena persona”, sin saber que en la literatura mundial de estos precisos días a esas “buenas personas” se les ha sentado en el banquillo de los acusados porque son precisamente al amparo de las cuales se cometen las peores calamidades sociales. No tiene caso ni recomendarle la novela. A su vez, el “atorón” de la auditoría hizo sus estragos en el magistrado Anchondo Paredes, doblándolo, pero esto no es ninguna novedad. Las jóvenes promesas también quedaron en el camino y quienes sólo saben quejarse en privado, también.

Duarte, Duarte, qué grande sois, pudieron entonar como tenores y sopranos estos cantores, y probablemente cuando pensaron de mañana en alguna tonadilla en favor del pueblo de Chihuahua, sólo recordaron la canción de Juan Gabriel: No vale la pena.

Afuera del Pleno estaba la porra, los caciques de los gremios de los abogados, los empleados que aplauden sin saber por qué, los que extrañamente se ponen a la orden y además lo dicen para que se escuche con buen timbre de voz. No hubo sorpresa, todo sucedió conforme al libreto confeccionado para estos casos en el palacio del gobierno del estado. De ello dio prueba fiel la magistrada Patricia Baray que, dicho sea de paso, en el acta que llevaba en su carpeta ya estaba consignado el hecho de la elección. Igual que se eligió de manera impecable a Victoriano Huerta en aquel fatídico febrero de 1913. Para coronar el evento, Salcido leyó un texto propio de la circunstancia; como dicen los malos oradores, “no venía preparado”, y sacó de su agenda un discurso precisamente para la ocasión. Sólo él cree que sus palabras prometen algo. Y, cómo no, agradeció el papel que jugó quien le dejó el cargo sin abandonar el presupuesto y comprometió su palabra de que el Poder Judicial se acercará al ciudadano. Tan alto es el cinismo que al llegar vía imposición, prometió la dignidad de un poder que abdicó hace mucho de esa calidad.

Y más afuera del Pleno estaban los abogados en sus corporativos, los notarios, los empresarios, los diputados, los senadores, los partidos políticos opositores, que uno se pregunta si corre sangre por sus venas. De las barras y colegios del gremio, ni hablar; si fueran el Lázaro bíblico, ni Jesús les regresaría la vida.

Si Diógenes hubiera estado ahí, ni lámpara habría necesitado para ver esta realidad, sin hombres, sin mujeres, sin dignidad, sin sentido republicano. Pero eso sí, con un mundo de confort que les espera y que lo demás, como dicen los rancheros, tope en chivas.