Gustavo Morales pasará a la historia urbana de Chihuahua como el funcionario encargado del transporte que nunca entendió, ni supo, dar las soluciones que el interés público ha dictado a lo largo de los últimos años. De alguna manera es como el emblema de la supina ineficiencia gubernamental en una esfera de la administración que se conecta con la vida cotidiana de la gente, causando molestias sin fin.

Anunció que se regresaría al viejo sistema, del preVibebús al que le aplicaron tantos parches que Duarte resultó el aprendiz de brujo más grande en esta materia: destrozó lo que había y que con todas sus deficiencias, corruptelas, falta de regularidad, funcionaba. Mal, pero funcionaba. Se “innovó” para caer al vacío. Prácticamente no pasó una quincena sin que se dijera que ya venía la solución, que estaba en puerta, que se remediaría, que todo saldría bien, y a esas ofertas se sumó el esperado regresó del viejo sistema para el día de hoy, miércoles 29 de junio… y no pasó nada. Todo indica que nada pasará, que la pesada carga de organizar la movilidad urbana en la capital del estado será una negra herencia al gobierno que llegue en octubre.

El equipo duartista, en general, demostró ya, sobradamente, que está derrotado en todos los rubros imaginables, y en uno específico que tiene que ver con el desperdicio de millones de horas que han molestado a miles y miles de personas.

Imagínese usted si los reyes católicos de España le hubieran encargado a Morales salir del Puerto de Palos rumbo a las Indias. Quinientos años después nadie sabría absolutamente nada de él, ni del naufragio y América no existiría como tal.