Jaime Herrera Corral fue y salió del Congreso local sin pena personal y con la muy exigua gloria que los diputados abyectos del PRI le concedieron. Compareció el secretario de Hacienda, presumen los que hace de la caricatura de estos encuentros la muestra de una pluralidad que no tenemos. En realidad, lo único que se deja ver es la ausencia de una rendición puntual de cuentas, el emplear jeroglíficos económicos y financieros que no se entienden por la opinión pública y que los diputados no contribuyen a decodificar para que efectivamente se comprendan afuera del recinto parlamentario. Lo cierto es que ni los diputados tienen la capacidad para entender las cifras, porcentajes, calificaciones, adjetivos sobre la deuda y demás cosas sobre las que se diserta para cubrir apariencias y soterrar complicidades.
En otro esquema de ejercicio de la representación popular, ningún secretario de Hacienda en conflicto de intereses, como en los que está envuelto Jaime Herrera Corral, pasaría la prueba. Este secretario de Hacienda, cómplice y socio de César Duarte en el escándalo Unión Progreso, es funcionario y accionista de un banco y a la vez encargado de las finanzas públicas. Es abogado de Caperucita Roja y del Lobo Feroz y nadie en el Congreso le pone las peras a veinticinco. Así las cosas, Jaime Herrera aparece como si nada pasara y desentendiéndose de que más temprano que tarde tendrá que darle cuentas a la justicia y quizá duerma, si no en la misma celda, cuando menos sí en la misma cárcel, junto con su capo César Duarte y su compinche Carlos Hermosillo Arteaga.
¿Sabe usted algo del presupuesto y de las finanzas públicas de Chihuahua para el año 2016? La sociedad tampoco.