Manlio Fabio Beltrones, en la perspectiva electoral de 2016 –elección de 12 gobernadores, entre ellos Chihuahua– emplea un lenguaje que no tiene simetría alguna con la conducta y formas de gobernar de Peña Nieto. Ahora, durante esa “estación decisiva” llegarán candidaturas impolutas, algo así como estimar que por ensalmo la pasta humana de que está hecha la caterva gobiernista pasó por un proceso de purificación en el que ahora sólo reina el bien y sus buenas personas. Obviamente se trata de un discurso falso, construido para el engaño de que “ahora sí” llegará lo que en su tiempo el presidente Miguel De la Madrid llamó la “renovación moral de la sociedad”. Pero como bien se sabe, en esto de la corrupción, hechos son amores y no buenas razones, y mientras no se den ejemplos palpables y contundentes contra ese cáncer que lacera el cuerpo nacional, nadie puede creer en la verborrea del que alguna vez fuera gobernador de Sonora y se caracterizó precisamente por la corrupción política.

Mientras la Casa Blanca siga ahí, la de Malinalco más allá, y el gobernador banquero, César Duarte, en la impunidad, es tanto como creer que de aquí en adelante las víboras van a tener chichis. A otro perro con ese hueso.