Al parecer, a Jeffrey Jones hay que recomendarle unos buenos lentes porque se tardó mucho en verle los ojos al monstruo de la política mexicana. Por alguna extraña razón no se había encontrado con el famoso Leviathan, y ahora, despojándose de los riesgos de la hipnosis, quiere ser gobernador. Jeffrey Jones está ubicado en el ámbito de la extrema derecha, con inocultables filias hacia los Estados Unidos de Norteamérica, sirviendo al efecto el hecho de que en la Colonia Dublán, de Nuevo Casas Grandes, están los rastreables genes de Mitt Romney, el candidato republicano a la presidencia de EUA en 2012.

Empresario de origen, panista de circunstancia, senador de la república por el efecto electoral Fox, y luego desafortunado subsecretario de agricultura en tiempos de Calderón, Jones pasó a una especie de retiro del que regresa levantando el dedo y expresando sus deseos de contender por la candidatura panista. Al efecto, hay que estimar que estamos frente a las ambiciones no de un sólo hombre sino de una corporación étnico-religiosa, alimentada de las peores tradiciones expansionistas de los Estados Unidos, dentro de las cuales se inscribe el Destino Manifiesto, tan caro al país.

Sea cual sea el desenlace de todo esto, por las venas de Jeffrey Jones corre sangre del tipo de la de Sam Houston, y no le faltarán acompañamientos de mexicanos que encarnen la ilustrada figura del yucateco Lorenzo de Zavala. O sea, Texas en Chihuahua; una república con su Lone Star, para de ahí convertirse en una estrella más en la bandera norteamericana. Excesos de esta pluma, quizá; más no lo pierdan de vista.

 

 

Jaime Beltrán del Río: el que calla, otorga

 

Beltrán del Río y Duarte.
Beltrán del Río y Duarte.

Jaime Beltrán del Río, al develar sus ambiciones por la gubernatura de Chihuahua, amén de realizar la propia apología, lo que no está bien visto, se presenta llamando al panismo a la unidad y el trabajo en conjunto, “a la práctica de valores como la honestidad, disciplina, respeto y sobre todo la humildad”. Ese racimo de alabadas virtudes no son precisamente las que lo distinguen y hay una prueba con enorme valor en la coyuntura presente y en la electoral también. Es esta: Delicias, gobernada por él, es el epicentro de la corrupción Unión Progreso, aprovechada para fines de corrupción política por César Duarte, Jaime Herrera y Carlos Hermosillo. Empero, hasta ahora Jaime Beltrán del Río no ha dicho absolutamente nada al respecto, por una sencilla razón: es socio, ha prestado sus servicios profesionales a la misma y, por ende, sabe cómo está el asunto al cien por ciento. Pero calla. Y, como dice el refrán, el que calla, otorga.