De los borbones de España, que llegaron a México en la fase final de la Colonia, se dijo que no habían olvidado nada ni aprendido nada. Esa máxima puede aplicarse a los priístas mexicanos, en particular a los de Chihuahua en estos días, y de ellos me ocupo. Escuchando la entrevista que le hicieron los periodistas Luis Javier Valero Flores y Georgina Torres a Marco Adán Quezada, pareciera que hay lecciones que hablan de un fenómeno distinto a las acostumbradas prácticas de los priístas en sus aspiraciones por ascender en las jerarquías del poder.
Tengo para mí que se trata de un mundo de apariencias, más cuando lo novedoso se emplaza en favor de mantener al PRI en el poder cuando el mismo se ha decantado en la aletargada transición a la democratización del país y la región. Se podría decir, suponiendo sin conceder, que Marco Adán parte de premisas justas para llegar a conclusiones incorrectas para favorecer el interés público. Veamos. Dijo cosas sugestivas en la entrevista: nadie es dueño (con escrituras en la mano) del PRI, dardo inequívocamente dirigido –sin mencionarlo, of course– al patrimonialismo de César Duarte; y presentándose con un lenguaje favorable a la equidad, implora “suelo parejo” en el procesamiento de las precandidaturas del PRI a la gubernatura del estado, envuelto esto en el reconocimiento de los méritos de todos los pretendientes.
También se refirió a la desconfianza que hay entre los ciudadanos en torno a la clase política, en particular de la que hoy ocupa los principales cargos en Chihuahua. No soslayó indicar la competitividad electoral, siempre presente en Chihuahua a partir de 1983, de la que deduce que la decisión que se tome en esa candidatura, si incorrecta, sería lesiva al PRI; y si adecuada, entraría a una competencia real, desde su óptica, exclusivamente con el PAN. En otras palabras, Marco Adán Quezada no se comporta triunfalista sino con un realismo que estratégicamente se pone al servicio de la preservación de Chihuahua para el PRI. Y en ese empeño, adopta un lenguaje que en realidad no se corresponde ni con su historia pública ni con sus metas en el futuro inmediato; la presencia de los ciudadanos, criticando al respecto la ausencia de Congreso en el estado de Chihuahua por la implícita dependencia del mismo al gobierno unipersonal del cacicazgo instalado a partir de 2010.
Pareciera que por boca de Marco Adán habla un demócrata: dijo, con todas sus letras, que cuando los ciudadanos se ponen en movimiento no hay estructura partidaria ni poder público que los pueda contener. Es un tsunami democrático imbatible, interpreto que quiso decir. No es extraño que en el Chihuahua de estos días el político recurra a este lenguaje, cuando en el estado ha cobrado enorme vigor el rescate olvidado de ese actor de la democracia que todos los partidos ignoran, como bien se advierte en la praxis de Unión Ciudadana de noviembre a estos días.
Veo a Quezada escenificando una actuación, como decían los intérpretes de la historia a principios del siglo XIX: una especie de repetición de una tragedia, pero ahora con tintes de comedia o farsa. La tragedia del PRI aconteció a fines del mandato presidencial de Miguel De la Madrid, con la escisión de la corriente democratizadora, encabezada por Cárdenas y Muñoz Ledo, que abrió espacios a la aletargada transición democrática y a la oportunidad histórica para que los priístas se decidieran a romper con el viejo partido hegemónico que se mantuvo incólume desde sus orígenes callistas desde 1928. El dueto mencionado pedía, empleando el lenguaje marquista, “suelo parejo”; no se concedió, Salinas de Gortari fue ungido y sobrevino, con todo su sentido trágico, el 1988 mexicano. ¿Está Marco Adán Quezada comprometido con darle consecuencia a sus palabras, o simplemente, como se dice con lenguaje que me parece ruin, vendiéndose caro? Está en el turno de la palabra, porque ahora se encuentra en la tesitura de obtener la candidatura y que todo siga igual, o romper con una estructura partidaria, que no de ahora, sino de hace tiempo, ya dio de sí, como coinciden gran parte de los análisis al respecto y no siendo óbice para esa conclusión el que se encuentre en el poder.
Lo que hoy tenemos, sin duda, es el fracaso de un modelo de transición democrática, y lo que vemos por todas partes es que el país se hunde en el fermento de lo peor de su historia y por tanto lo que se requieren son alternativas de otro corte. Porque si hoy se emplea ese lenguaje únicamente por agradarle al ciudadano, pero para mantener al PRI encaramado, estaríamos frente a una patraña. Empero, hay una lección que quiero subrayar: el duartismo ha sido tan nefasto para Chihuahua, que abrió un zanjón que divide a los mismos priístas, los mantiene en riña porque ese esquema de poder vino a repetir lo más burdo del viejo patrimonialismo instalado en México y que prohija a las destructoras hermanas llamadas corrupción e impunidad. Y aquí, precisamente, es donde encontramos las debilidades del discurso de Marco Adán: ni una sola palabra sobre el fenómeno de la corrupción, que tendría como correlato el nefasto desempeño de su compañero de partido: César Duarte.
Sin duda Chihuahua requiere un lenguaje claro y comprometido; Marco Adán tiene frente a sí una pesada antinomia a la que no alcanza a dar solución: el acontecimiento conocido como Aeroshow que ensombreció prácticamente a toda la sociedad chihuahuense. Estoy claro de que jamás pasó por su mente provocar el resultado dañoso, que a él mismo le produjo un trauma personal y familiar muy pesado, inigualable al de las víctimas, como él mismo lo reconoció en la entrevista. Pero es muy pobre la respuesta de tener resuelto ese drama con las penas impuestas al muy conocido chofer Panchito, a dos funcionarios públicos menores y a socios de su administración que metían las manos en las arcas municipales. Cuando la entrevista alcanzaba el clímax con este tema, Marco Adán no encontró un concepto y a todos nos puede suceder. Ese concepto es resiliencia, construcción del andamiaje para que víctimas y sociedad superen el dolor de una catástrofe o de un acontecimiento de magnitudes grandes, como es el caso que me ocupa. Y esa resiliencia sólo llega cuando hay justicia y la justicia alcanza a las cabezas y no nada más a los niveles bajos en los que se ceba la precariedad de un Estado de Derecho tan ansiado en la república.
Ni olvidan que el régimen de impunidad los ha protegido, ni han aprendido a reconocer al ciudadano. ¿O acaso no está allá en la cima el que va a decidir e imponer la candidatura, seguro de la obediencia? De cierto lo digo: esa aplanadora arregla el más escarpado de los caminos.
Ya lo veremos cuando se decida la candidatura ¿Seguirá en esos términos? o efectivamente como lo dice licenciado: esa aplanadora arregla el más escarpado de los caminos. ¿Haría justicia con los dineros sustraídos por el Sr. Duarte y compañía? ¡Eso quisiera escuchar el electorado Sr. Marco Adán Quezada.