videgaray-sierra-6abr2015

Ahora que Luis Videgaray anduvo de vacaciones (pagadas por la república con munificencia) en el estado de Chihuahua, y particularmente en nuestra hermosa sierra, vino a mi memoria un lejano recuerdo que ahora comparto por primera vez: siendo Manuel Bartlett Díaz secretario de Gobernación del innombrable, un jueves “santo” que descendí vigoroso al fondo de la Cascada de Cusárare, me lo encontré de pie sobre uno de los grandes peñascos donde por tiempos geológicos han golpeado las aguas del famoso río. Se veía esbelto, jurásico, sobre todo por el paisaje que disfrutaba, vestido con elegante ropa deportiva, de esa que se ve a propósito del jogging (trotar sin estrés), con tenis de marca y con sus clásicos lentes muy bien montados sobre su adusta y esculpida cara, hoy desde luego ya más desvencijada. Pero por encima de todo esto, el entonces temible secretario, que hizo caer sistemas en favor del PRI y del usurpador, se movía solo, sin vigilancia alguna –así lo percibí– y comprobé, ya que me acerqué a sacarle conversación, misma que admitió sin mayor dificultad. No viene al caso recordar el contenido, suficiente en un encuentro tan casual.

En realidad lo que quiero es contrastar a aquel personaje del viejo PRI (hoy revitalizado por obra y gracia de Andrés Manuel López Obrador) con la forma en la que llegó y se desplazó Luis Videgaray: para que todo mundo lo viera con sus acompañantes, hubo aviones, helicópteros, soldados, vigilantes, policías y hasta la actuación de Miguel Ángel González, dictus Chacarito, como guía de turistas, actividad esta última a la que se ha dedicado al servicio de la tiranía duartista. El gobierno de Chihuahua fue pródigo en lambisconerías para el humilde Videgaray, que sacrificó, pobre hombre, sus vacaciones en Malinalco para venir a respirar otros vientos bajo cielo tarahumara y hasta acrecentar sus conocimientos antropológicos, según la nota periodística.

¿Dos estilos? Posible pero intrascendente. ¿Dos Méxicos? Sin duda. Y es que cierta tipología del funcionario peñanietista no acostumbra ir a la guerra. O dicho en latín macarrónico: culum no van bellum.