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Miguel Barbosa, Chucho de origen en el PRD y actual presidente del Senado de la República, vino a Ciudad Juárez a acompañar a la senadora y “muñequita de pastel” Lilia Merodio. Realmente no tenía nada qué hacer que no rebase la politiquería y el dejarse ver donde nadie lo conoce, ni hay razón para que se le conozca. Barbosa es de esos políticos que contribuyeron como pocos a la práctica extinción del PRD como partido de izquierda, pues hoy es una pieza más del engranaje del PRI peñanietista y su incursión en tierras de Chihuahua lo marcan como un traidor más. No hace mucho escuchó en el Senado de la República el Punto de Acuerdo presentado por su par Javier Corral, donde se informó de la delicada circunstancia que vive Chihuahua, y carente de todo pudor y prudencia, nos viene a decir a los que sí conocemos la realidad de este estado que “tenemos buen gobierno y tolerancia”, y que hay crítica política para redundar en la conclusión de que “tenemos buen gobierno”.

La calificación que podemos hacer de Barbosa es que pertenece a esa clase política en la que el comercio de los elogios mutuos, el pacto de una simulada urbanidad y el entendimiento para que las instituciones de la república no funcionen, es la regla definitoria. Y al ubicarlo ahí, no tenemos menos que considerar que es de esos personeros que muy pronto se desechan y se olvidan por inútiles. La “muñequita de pastel”, quizá para lucir todavía más muñequita, trajo a Barbosa para que en contraste se le vea como una buena persona, pero para anunciar champú anticaspa y que da brillo y colorido a una tupida cabellera, abajo del cual, lamentablemente, hay una memoria precaria para ocultar los votos emitidos en traición a los juarenses a la hora de decretar el aumento al IVA.

 

Esparza y el hijo de su papá, Rodrigo De la Rosa, están nerviosos

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Dos piezas del duartismo chihuahuense han dado de qué hablar y para mal. El primero de ellos, Rodrigo De la Rosa –diputado-pastor y presidente de la legislatura actual– armó un desaguisado en una negociación que expende al público aparatos de telefonía. Aparte de transpirar por sus poros la pretensión de que todo se abra a su paso, se comportó arrogante y amenazador contra un comerciante, que luego lo denunció públicamente por prepotente y además lo responsabiliza de una agresión armada que pudo haber sido de graves consecuencias. Rodrigo está nervioso porque las cosas no van bien para la mafia política a la que pertenece.

Otro que se conduce con estrés superlativo es el auditor general, Jesús Esparza; al parecer ignorante de las jerarquías que el mismo PRI impone a sus gentes como regla para las relaciones políticas, resulta que hizo muy buenas cuentas para tratar de demostrar que es amigo del cacique, incluso llegó a retar, según los medios, a un diputado para acreditar ante notario público la larga data de esta amistad. En realidad el incidente es de poca monta. Hubiera sido bueno que para regocijo del respetable se hubieran dado unos buenos trompos, con mole de por medio, porque en realidad de desplantes ya estamos cansados, y tengo por desplante que ahora el desvalido auditor nos quiera hacer comulgar con ruedas de molino, presumiéndonos que somos ejemplo y vanguardia nacional en materia de gobierno abierto. Creo que una buena fotografía tirando guante y recibiendo moquetes hubiera sido más divertido en la reunión que preparan para presumir el oropel de cómo se gobierna Chihuahua, subrayando ellos que se hace con enorme transparencia, cuando en realidad aquí reinan las tinieblas y la corrupción.