duarte-placas-31-oct2014

Parafraseando a Régis Debray, autor por el que no siento gran agrado, diré en este texto, no he venido a mesarme las canas para entregar un enésimo artículo que hable de la bancarrota del gobierno actual en Chihuahua. No voy para allá. En cambio sí recordar que el escritor francés, cuando examina temas de educación política en relación a varios señores de la izquierda -Ernesto Guevara, Fidel Castro, Francois Miterrand- recurre a aquel breviario político que se atribuye al poderoso cardenal Mazarino y que recomienda preceptos básicos, irrefutables reglas a los malamados, pero sobre todo, preceptos inexcusables si se desea que las cosas vayan bien en su entorno. Escribo esto para enmarcar la caída escandalosa de un licitación pública realizada para asignar la manufactura de las placas de circulación vehicular a un costo multimillonario y con destinatario privilegiado preestablecido.

Sabemos que en 29 estados de la república se ha eliminado el replaqueo por ser simple y llanamente un recurso recaudatorio para hacerse de fondos públicos, algo así como si cada año se obligara a las personas nacidas en el país a obtener la correspondiente acta de nacimiento. Siendo metálicas las placas, en realidad acompañan a la vida útil de cualquier vehículo, como para estarlas reponiendo cada vez que se le antoja a la rama fiscal de funcionarios carentes de escrúpulos y de una visión hacendista de los recursos públicos.

Un poco de historia: los señores César Duarte y Jaime Herrera convocaron a una licitación para la manufactura de dichas placas para el 2015. Llamaron a empresas industriales de nivel para la tarea, ya que no cualquiera en estos tiempos producen ese artículo, como antaño en Chihuahua, que se hacían en la extinta Escuela de Artes y Oficios. Concurrieron los interesados para percatarse de bulto de que antes de entrar a la competencia ya había un ganador: una empresa que se ha visto envuelta en hechos de corrupción en otras partes de la república, como bien lo documentó un periódico de la capital del país. Una de las empresas dolientes, que hicieron todo para competir profesionalmente, vieron el privilegio que se estaba gestando, seguramente la corrupción política que había detrás de la asignación final, prácticamente a modo, porque estaba hecha para que ganara el previamente seleccionado y que el resto apechugara y se callara la boca para “no quemarse” cuando se licitaran otras proveedurías. Pues bien, esa empresa decidió interponer un amparo impugnando el resultado de la licitación por su desaseo y por las ventajas que conllevaba en canonjía de una empresa favorecida desde el gobierno mismo. El amparo fue admitido por un juez de distrito que concedió la suspensión provisional del acto autoritario que se reclamó y a partir de ahí empezaron las complicaciones para el gobierno de Chihuahua.

Hay que tener en cuenta que el año fiscal que inicia el 1 de enero de 2015, arranca con la vigencia de una Ley de Ingresos que debía estipular el ingreso producto del replaqueo, y esta ley, por fuerza, debía decidirse en el Congreso a la altura del mes de diciembre, máximo. Luego el trámite mismo del amparo, en sí mismo, hizo irrealizable el propósito de obligar a todos los chihuahuenses a comprar unas placas innecesarias. Le trituraron las manos -y desde luego las uñas- al gobierno de Duarte. Se les vino abajo uno de sus ya sistemáticos negocios negros. Y aquí es donde Mazarino, que sólo vivió entre caballos y coches de tracción animal, hace su aparición. El cardenal recomendaba a los hombres del poder dos cosas: simula y disimula, y Duarte creyó que lo hizo magistralmente (en realidad ignoro si ha leído al prelado) porque ante la derrota judicial se quiere presentar ahora como bienamado gobernante que le dice a los chihuahuenses: “suspende el gobierno el replaqueo”, que la prioridad es tener un padrón vehicular identificado. ¡Qué planeación estratégica! Ayer proponiendo un gasto de 400 millones para producir las placas y los muchos millones que le iban a cargar a los contribuyentes, y ahora la misericordia del gobernante que “magnánimo” recula. Simula y disimula.

Pero con el simple anuncio de que ya no habrá replaqueo -y tengo para mí que no debe haberlo bajo ninguna circunstancia-, no significa que la tramitación del juicio se extinga con el daño para el estado, es decir, sus habitantes, sus contribuyentes, porque puede ser que el amparista gane el juicio, gane el contrato, pues no asistió a una piñata para esperar que a la hora que se quebrara obtener un cucurucho con cacahuates, unos caramelos o una naranja. Asistió la empresa brillantemente defendida ante la justicia federal para obtener un contrato que Duarte Jáquez cree que lo puede cancelar porque tiene un ronco pecho para decirlo. ¿Ignora que sólo tiene facultades expresas y limitadas y que no está haciendo un negocio en su cortijo?

Esa empresa le puede fincar responsabilidades que no las van a pagar de su bolsillo, y cuando un daño de este tamaño se provoca, no nos queda más que decir que las cabezas que están en la Secretaría de Hacienda y en el gobierno no saben ni lo que están haciendo. Estamos frente a la desvergüenza de la simulación, del disimulo que actúa, por ejemplo, el que se cae de boca y se levanta diciendo realmente me quise caer, pero no hay problema porque le quiero regalar los dientes a mi compadre. Se ignora que hasta para simular y disimular se necesita destreza, de lo que no dio muestras Jaime Herrera cuando ahora nos viene con la noticia de que a consecuencia del amparo que van perdiendo, el estado de Chihuahua se ahorrará 400 millones de pesos.

Tenemos un gobierno de zarandajas. Si tan sólo hubieran leído el último precepto de Mazarino, no estarían en el ridículo actual: prevé antes de actuar. Por eso el fracaso… y más que el fracaso en la especie que me ocupa, aquello de que la codicia rompe el saco. Por eso digo que con esta entrega no vine a sobarme las canas, pocas por cierto.