consulta-pri2-5sep2014

Así como un día el régimen autoritario encabezado por José López Portillo y su secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, le dieron vida a la representación proporcional mediante la elección de legisladores a partir de una lista plurinominal en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, hoy que se ha reinstalado la Presidencia centralizadora, se quiere aminorar tal presencia que, de empezar en la Cámara Baja, muy pronto avanzaría al Senado, para concluir en los congresos locales y en los ayuntamientos. Un día aceptaron abrir una puerta y hoy la estarían medio cerrando. Es un lapso de cuatro décadas cargadas con mucha historia: 1983 y 1986 en Chihuahua; 1988 en toda la república, con el inicio de la usurpación salinista; y 2000 y 2006 bajo el signo de la alternancia que no fue.

No pretendo con este texto hacer la defensa de los diputados plurinominales, que se tienen ganado un buen desprestigio por todos los rumbos del país. Dentro de ellos los hay excelentes parlamentarios, mediocres y logreros. También los que son electos por mayoría se tasan con esa tercia de calificaciones. Quedarse encerrado en esa visión, muy arraigada en la sociedad, sería, aparte de una falta de responsabilidad en el análisis, adentrarse en un escabroso y peligroso camino, sólo benéfico a quienes buscan la concentración de un poder que se empieza a mostrar como incontrastable. Un poder que a estas alturas puede sostener la idea de que la reforma de Reyes Heroles en 1977, fue por lana y salió trasquilado, porque cuando se establece un sistema de representación proporcional, por precario que sea, se tiende a crear una segunda y tercera fuerza electorales cuando las consultas electorales se realizan aún con mediana calidad. Y así fue, a partir de esa reforma y de inicio, el PRI se garantizó la mayoría en la Cámara de Diputados y empezó a repartir, proporcionalmente, 100 curules de las que él mismo se beneficiaba y, entonces, para poner el mejor de los ejemplos de la época, la izquierda –encabezada por el Partido Comunista Mexicano– alcanzó hasta 18 diputados federales.

Si bien Reyes Heroles es un hombre que gozó de bien ganada fama por su inteligencia e ilustración, recorre el país la idea real (casi íntima) que tuvo cuando se decretó la representación proporcional, que vino a sustituir el viejo decreto de tener diputados de partido. Según esto, y a mí me lo comentó un hombre cercano, muy cercano, a los entresijos del poder en aquellos años: Porfirio Muñoz Ledo, se trataría de meter en una jaula de oro a cien periquitos para que no anduvieran agitando allá afuera, y así garantizarle al autoritarismo un medio para paliar las contradicciones que terminaron por agotar el esquema de poder imperante, desde Miguel Alemán hasta el mismo López Portillo. Con esto, lo que quiero decir es que los famosos “pluris” cargaban en sus espaldas el gravamen de que llegaban no para la mejor vida de un sistema democrático, sino como uno más de los engranajes para el control y contención del disenso, tan acentuado que se vivió en aquellos años y que emblematizan muy bien los sucesos del 68, el 10 de junio del 71 y la guerrilla urbana y rural que con saña se persiguió con elocuentes notas de exterminación.

A pesar de que en las leyes se decía que igual dignidad tenía un diputado electo por mayoría que otro de representación proporcional, es decir, electo de una lista plurinominal, no fue así, y el descrédito de los diputados en general fue a caer exclusivamente al pararrayos de los llamados “pluris”. De todos los partidos opositores surgieron los ejemplos para desprestigiar esta representación, ninguno se salvó. Simultáneamente, dentro de estos parlamentarios también vimos muchos ejemplos de alta dignidad, pero que en el criterio común y corriente, a lo sumo eran de esas golondrinas de las que se suele decir que unas cuantas no hacen verano.

El problema real en la pretensión peñanietista de llevar a consulta la disminución de la representación proporcional, obedece a un proyecto que no tiene aliento democrático, y sí explota los instintos más bajos para denigrar lo que ellos algún día propiciaron. No me preocupa esto mayormente porque nunca he creído que lo que proviene de la “marca PRI” venga en alas de la democracia.

Lo que sí me preocupa, y mucho, es cómo se arraiga la crítica facilona de degradar la idea misma de la representación y el papel que dentro de la misma puede jugar una oposición que genera contrapesos y corrige desviaciones. Cambiando lo que haya que cambiar, cuando escucho a ciertos actores cuestionar la representación proporcional, recuerdo a aquellos detractores de la democracia alemana de Weimar que le dieron masazos y mazasos a una república hasta que la destruyeron para darse cuenta al final que el que aparecía omnipotente y totalitario, con el Estado en sus manos, era el partido Nazi, y con él Adolfo Hitler.

No niego las muchas críticas que se escuchan a diario, tampoco estoy indispuesto con un rediseño de las instituciones democráticas y republicanas. Pero eso no es lo que quiere consultar el PRI en relación a las plurinominales. Lo que quiere es fortalecer un poder presidencial que ya ahora asoma con todas sus orejas con pretensiones de omnipotencia. Por qué mejor, nos preguntamos muchos, sometemos a consulta algo que sí es esencial y tiene que ver con la vertebración de la jefatura de gobierno y Estado en manos de un presidencialismo cada vez más gravoso para México. Claro que no lo hacen porque no son suicidas, pero sí hábiles para vender baratijas, hay que reconocerlo.

En la campaña desplegada por el PRI para una “nueva realidad democrática”, la representación proporcional se debe empequeñecer hasta la insignificancia, porque eso disminuye el gasto público (realmente no pinta presupuestalmente lo que se gasta en el Congreso). Nos dicen que quieren un Congreso más eficiente, como si no les bastara con parlamentarios del corte de los perredistas Aureoles y Barbosa, que flanquean a Peña Nieto y que ni estrés le causaron al votarse la reforma energética. Quién lo creyera, que los del PRI vienen a decirnos que le darán mayor fuerza al voto ciudadano, cuando que son los que más lo han debilitado, y ofrecen diálogo, servicio y tantas y tantas cosas para las que ni siquiera están preparados o predispuestos mentalmente. Si me apuran un poco, debo decirles que tras la propuesta de la consulta ciudadana propuesta por el PRI contra la representación proporcional, se esconde un atraco a las posibilidades democráticas de México, atraco que busca que el gobierno de un solo hombre en el poder presidencial, que pretenden tener para un ciclo extenso, no tenga ni abrojos a lo largo de su camino. Y para lograrlo mueve los más bajos instintos de desprecio a la política de la que es el principal responsable, y en el fondo –esto es lo más importante– demeritar lo que sí requiere una consulta informada, patriótica, en relación al petróleo y energéticos que hoy están ante el inminente riesgo de convertirse en propiedad de los grandes monopolios neoliberales del planeta, con todo lo que eso significa para un país como México, que debe tener en esa riqueza un pivote para remediar sus males.

Los partidos que presumen de ubicarse históricamente en la oposición (PAN, PRD, PT, MC, PANAL, VERDE) a estas alturas deberían estarse autocuestionando del nulo crédito que sembraron en favor de la democracia a la hora de hacer de la representación proporcional un botín partidocrático. No fue cierto que en las listas plurinominales irían los mejores hombres y mujeres, y sí en cambio: los familiares, los miembros de secta, los compadres, los recomendados, los oportunistas, los que detentan una cuota inexcusable, y esto por lo que se refiere a todos los partidos, sin excepción, incluido, por supuesto, el PRI. Hoy, sin mucho esfuerzo y suponiendo que ya no hubiese la cantidad de “pluris” y viendo los números de la última elección federal, se mostraría ante los ojos de todo mundo que estaríamos en una situación de presidencialismo, casi igual al que tuvieron Echeverría o López Portillo. Es lo que no toman en cuenta los críticos de la representación proporcional, y vaya que tienen razones, pero no la Razón, así, con mayúscula.

Que lo que tenemos hay que cambiarlo, quién con honradez lo duda. Pero no nos vayamos de bruces con esta “marca PRI” que engaña a la república en la búsqueda de un puerto para hacer verticalmente más poderoso al presidencialismo. Y ya sabemos históricamente lo que eso significa.

No es el caso recurrir a sesudos análisis para ver dónde nos encontramos. Soy pesimista en esto, de alguna manera estamos todavía en el México que describió Emilio Rabasa a principios del siglo XX, precisamente cuando ya había caído hecho añicos el porfirismo, al que sobrevino no un México democrático, sino un México profundamente obediente de un monarca sexenal, como bien lo catalogó don Daniel Cossío Villegas. Un México ante el dilema de dictadura o democracia constitucional.

Rabasa dijo que “el abuso del Ejecutivo no es fácil”. Cualquiera podría reírse de esto, pero cuando dicha dificultad proviene de la existencia de buenos diputados, magistrados y ministros, de opinión pública crítica, participación ciudadana, claro que sí, ese abuso no tan sólo no sería fácil, sino imposible. Los críticos a los que me refiero debieran tenerlo en cuenta.

Moraleja: puede ser que el PRI eche abajo la representación proporcional de diputados, para demostrarnos de paso que, como en los viejos tiempos, la mayoría serán por designación del presidente. Sí, entendió bien: de dedazo.