Para Juan Carlos Loera la visión del derecho es sumamente estrecha o, de plano, se puede acusar ceguera. Por lo que se refiere al Estado de derecho se advierte en sus textos que le importa muy poco o nada.
Cuando comenta el escándalo Javier Corral, se trata simple y llanamente de un intento de secuestro impedido por el fiscal de la Ciudad de México Ulises Lara. Según su versión solo se trata de una venganza del “maruduartismo”, encarnado en las personas de Abelardo Valenzuela y César Jáuregui Moreno. Y puede ser que tenga algo de razón pues la política hoy tiene que ver mucho con las venganzas.
Con esos precedentes Juan Carlos Loera, senador electo, sale en defensa ahora, pero también antes, del exgobernador Corral. Esta en su derecho a opinar lo que le venga en gana, ese no es el problema.
El problema radica en el que tiene unos ojos muy cerrados para ver el problema de Corral y otros muy abiertos para señalar que Cruz Pérez Cuéllar, ese sí está vinculado a la corrupción de César Duarte y contra él sí se vale todo. Ahí no hay ni problemas ni obstáculos. Es tan silvestre, Juan Carlos, que en los mismos párrafos de un artículo de ocasión, trata de demostrarnos que hay varias varas jurídicas para medir las cosas: una para los amigos, otra para los adversarios y para quienes son obstáculos en la propia carrera. En este marco se ve que es fiel discípulo del prócer de Macuspana.
Lo que quiere Juan Carlos es que le quiten del camino a su eventual candidatura a gobernador del estado al actual alcalde de Juárez, así entiende que tendrá mejores oportunidades. Por hoy, al menos, olvida que una Andrea se le puede atravesar en el camino, y como dijo la presidenta: es tiempo de mujer y llegamos todas. Todas Juan Carlos.