Ayer se quemaron, en el Salón Rojo, resinas aromáticas y otros elementos para recibir a monseñor Joseph Spiteri, el nuncio de El Vaticano, pequeño Estado sustentado en una monarquía teocrática. El incienso real o imaginario, estuvo instalado en la nariz de los burócratas de una manera pavloviana. No de otra forma se entiende que la familia gobernante -incluido Jorge Cruz Russek- se presentó en pleno y, además, con las presencias destacadas, como la del arzobispo Ausencio Miranda.
Maru recibió al nuncio Spiteri para refrendar sus filias y convicciones porque, como lo dijo, hay “causas que coinciden con las autoridades religiosas”, en abandono de la laicidad del Estado mexicano.
El nuncio es maltés, doctor en derecho canónico y se ha decantado en una carrera diplomática en Asia, África, Líbano y México a donde arribó en 2022 por decreto de Francisco, el Infalible.
Hubo un banquete muy elegante, intercambio de medallas y regalos, nada que tenga que ver con la humildad del hombre fundador de las modestas sandalias. Aunque el empresario Jorge Cruz Russek flanqueó a la gobernadora en la mesa y a su izquierda en la comunicación oficial no se le mencionó.
No obstante lo singular del evento, la prensa local imprimió el boletín de rigor y no es como “L’Observateur romano” que da a cada quien lo suyo (Uniquique suum).
Empero, Maru carga su cruz.
Oooreeeemus.