Al presidente de los Estados Unidos los griegos le llaman planetarca, es un giro lingüístico ingenioso que tiene exactitud indubitable. Donald Trump ya lo fue por cuatro años y pretende volver a serlo, rompiendo una tradición. Ahora está vestido con la túnica del martirio.
El atentado de que fue objeto es condenable desde el ángulo que se le quiera ver. La repulsa internacional no se ha hecho esperar.
El suceso enrarece no nada más la elección presidencial de noviembre, sino la escena mundial completa y ahí está nuestro país que le toca, ineluctablemente, torear con la potencia más poderosa de la tierra y, por si fuera poco, nuestro primer socio comercial y un proceso de integración económica creciente que obligará a una definición estratégica de la relación con Estados Unidos y en general, reencauzar la política exterior de México descuidada como nunca por el presidente AMLO, que ya hasta se dio el lujo de que militares norteamericanos hagan prácticas en nuestro territorio como sucedió recientemente en Ciudad Juárez.
Si la gerontocracia que representan Biden y Trump ya daba muchos motivos para preocupar a los ciudadanos de su república y al mundo, a esta hora del terror y la violencia no es de ocultar que la más vieja democracia del mundo está en crisis al parecer insalvable hoy que se le abren las puertas al golpista Donald Trump que se beneficiará electoralmente del atentado. Es la hora de preguntarse con seriedad ¿El daño ya está consumado? El futuro de Norteamérica será como lo exhibe la reciente película “Guerra Civil”.
La lucha contra los autócratas ha llevado a pensar en la “vindicta contra tiranos” y la propuesta de su extirpación mediante su muerte y el magnicidio.
No es el camino, ni allá ni en ninguna parte. Pero no hay que desatenderse de un dato: el trumpismo es una amenaza para su país y para el mundo entero, ¿quién lo puede cuestionar?
Por otra parte Donald Trump está cosechando lo que ha sembrado.
Es oportuno visualizar las palabras de Walter Laqueur escritas en su libro “Una historia del terrorismo”, veamos:
“Otros -que simpatizan con el terrorismo, subrayo- creen sinceramente en su misión liberadora, a pesar de que, admitiendo que sus acciones tengan alguna clase de defecto, esta no es más que la de marcar involuntariamente la pauta para una nueva casta de tiranos… Si el poder de las sociedades democráticas se reducen, lo mismo sucede con la esfera en cuyo seno puede operar el terrorismo.