Francisco Garduño debe ser cesado del INM
Mientras esté Francisco Garduño Yáñez al frente del Instituto Nacional de Migración, la política de México en esa área, más que estar bajo sospecha, se encuentra en una circunstancia en que la confianza no existe hacia las instituciones. El fenómeno que tenemos enfrente no se previno, se alentó irresponsablemente con el discurso presidencial y ya rebasó la fortaleza que el gobierno puede tener frente a un problema tan grave, de carácter multinacional, sobre todo con el vecino país; y por si fuera poco, los desafíos racistas que representa el poderoso gobierno texano, interfieren gravemente.
Francisco Garduño es una figura menor en la política del ramo migratorio. Es un funcionario improvisado. Antes de ocupar el cargo, casi todo le era extraño. Odontólogo de profesión, buscador permanente de chambas, primero en el PRD y luego en MORENA, no tiene las tablas que el conflicto migratorio requieren en una gente avezada y experta. Tanto es así que los sucesos de Juárez, donde perdieron la vida cuarenta migrantes, lo exhiben de cuerpo completo.
El presidente López Obrador, y ahora la secretaria de Gobernación, María Luis Alcalde, tienen la responsabilidad de mantener en el cargo a Garduño Yáñez, cuando está plenamente demostrada su incapacidad, y lo más lamentable: estar sujeto a un proceso penal dentro del cual puede ser condenado.
Por tanto, un personaje así no tiene cara para pararse ante las autoridades de otros países para hablar de su encargo y representar a México. Pero como el presidente no se equivoca, Garduño prevalece en su empleo, del cual debe irse.