Daniela Álvarez, la candidata del PRIAN al Senado y pareja en ese empeño de Mario Vázquez, luego de su sonada derrota quiere encabezar al PAN en el estado. Se quizo caer para arriba y, ahora, quiere hacerlo para abajo, justo a la hora del gran fracaso de María Eugenia Campos. Es su apuesta, pero mal estará si quiere el cargo por una simple designación palaciega. Sería otro clavo en su ataúd.
Tendrá que leer su propio fracaso, asimilarlo, reposar incluso, y emprender el vuelo con alas propias si realmente tiene vocación para esa actividad que se llama política. Sin duda es trabajadora, pero no basta; la historia está plagada de activistas de su estilo y como dice el refrán: “El que nace para maceta no pasa del corredor”.
Como aspirante al senado se pudo ver que careció de oficio y conocimiento que trató de ocultar con su galanura. Ha de entender que aspirar a dirigir un partido es otra cosa, más cuando está la organización en una posguerra de la que es muy difícil que se reponga, por más que su jefa ofreció que le iba a romper el hocico a MORENA.
La política es una actividad que va mucho más lejos que lucir buena ropa.
En el fondo el drama de Daniela es que su partido llegó al final de sus días al trabar el maridaje con el PRI y el cadavérico PRD y hacerlo en un territorio como el de Chihuahua. Pero cada quien decide su suerte, más cuando la suerte es lo único en el haber.
Algunos piensan que es otro out fit el que necesita Daniela, pero eso Daniela Álvarez es pensar que es traviesa.