Columna

El Heraldo ya no rafaguea

Quién sabe si la decisión al interior de El Heraldo de Chihuahua tenga que ver con el mero título de su columna estrella, “Ráfagas”, debido a que en estos tiempos puede representar un despropósito ante la violencia que vivimos, o simplemente para no abonarle algo más a la narcocultura, pero el hecho es que la columna del rotativo ya tiene varios días que no se publica.

Lo digo como lector asiduo, a pesar de que su lectura representa –o representaba– una verdadera tortura. Algunas veces he recordado al filósofo Hegel cuando dijo, y cito de memoria, que leer el periódico por la mañana era una especie de religión de estos tiempos, aunque él murió hace doscientos años.

Ráfagas ha sido una columna por la que habla el poder, lo que no declara el gobernante de manera directa, lo que se filtra a través de este conducto, ya que todo mundo sabe que es como una especie de boca de ganso.

Es un estilo muy enraizado en nuestra realidad; por ejemplo, en el libro La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa, se alude a una columna que llevaba por nombre El colmillo público, porque era, precisamente, la voz del dictador Trujillo en la República Dominicana. Obligaba su lectura a toda la clase política de ese pequeño estado, porque ahí se podían percatar del talante del dictador y de la buena o mala suerte que correría para ellos, y frecuentemente la mala podía significar la muerte misma.

Recuerden que Trujillo mataba dos o tres veces a la misma persona: la mandaba asesinar, le inyectaba semen en el recto a los cadáveres, se lo comunicaba a la familia, y además asistía al funeral. Así de cruel era ese dictador.

Obviamente que Ráfagas no llegó, que se sepa, a esos extremos. Pero de que hacía el trabajo sucio, lo hacía. Y está tan deteriorada en estos días, que he escuchado que algunos claman por el regreso de Javier Contreras a ese periódico. ¿Cómo la ve?

En un tiempo recurrieron al ingenio, para hacerla potable y legible. Debo confesar que leo columnas políticas no por placer, sino para conjeturar de mejor manera por dónde transcurre la vida pública y su clase dominante.

¿Le falta a Chihuahua la columna Ráfagas? No lo creo. Por tal razón, si desaparece definitivamente, no queda de otra más que congratularse. De ser así, no lo dude, puede ser que reaparezca con otro nombre.