Columna

Se va Osorio Chong con su pandilla, con la enésima muerte del PRI

Los partidos de Estado, como el PRI, causan enormes daños a las sociedades y a los ciudadanos donde se elevan al poder y ejercen su dominio, en ocasiones con brusca hegemonía. Claro que esos partidos caen y dejan escombros en la sociedad, entre otros, la ausencia de una reserva de profesionales en administración pública, o ciudadanos demócratas actuantes, que luego se resiente al dejar atrás el autoritarismo de esos partidos.

Los partidos de Estado tardan en morir, pero indefectiblemente mueren. Es el caso de la larga agonía del PRI, que ayer tuvo un capítulo más; en este caso, los estertores del senador Miguel Osorio Chong, confrontado irreductiblemente con “Alito” Moreno.

Los que se fueron con el exgobernador de Hidalgo, por ejemplo Eruviel Ávila o Claudia Ruiz Massieu, dejan atrás largas militancias y multiplicidad de compromisos que ahora tratarán de saldar colocándose en otras plataformas, porque obviamente no se van a retirar a la vida privada ni al sosiego hogareño.

En realidad se habían tardado, no por las contradicciones con la actual dirección partidaria, sino porque el PRI, prácticamente muerto, renacía por su largo tiempo en el poder. Pero ya no hubo punto de acuerdo y sobrevino esta ruptura, que desde luego no es igual en su trascendencia a la que dieron Cárdenas, Muñoz Ledo y otros, en los años finales de la década de los 80 del siglo pasado. Aquí la ruptura fue ya en medio de la quiebra, cuando ya prácticamente no queda nada qué repartir del otrora todopoderoso PRI.

Extraña que no se hayan ido en cantidad mayor, pero contrapesándola con los que se quedan, pues casi resulta un valor equivalente. La Alianza Va Por México sufrió un descalabro más que la hace inviable para convertirse en la contención de la Cuarta Transformación. Lo que vale igual si se hubieran separado o no los amigos de Osorio Chong, que seguramente deploró la ausencia de José Reyes Baeza, por los nexos públicos que estuvieron a la vista durante muchos años.

En estos momentos, si se van al PAN o a MORENA, ya no tiene gran valor. Aunque en este partido reciben y purifican a todo tipo de truhanes, no creo que les favorezca tener entre sus huestes a un Eruviel Ávila, quien tiene por gusto lucir sus relojes de pulsera de oro macizo.

Localmente, los chihuahuenses, que poco han figurado en la política nacional desde hace 200 años, han quedado representados, del lado de “Alito”, por Graciela Ortiz, que tiene entre sus cualidades haber sido diputada varias veces, y también senadora, mostrando un rosario de derrotas electorales muy bien documentadas en Chihuahua. Con esto quiero decir que si ya el PRI en Chihuahua estaba hecho talco, ahora es simple vapor.

Aquí surge la pregunta: ¿Por qué los exgobernadores Fernando Baeza Meléndez y Patricio Martínez García no se separaron? La respuesta es obvia: ya lo habían hecho cuando cerraron filas con Maru Campos en la elección de 2021. Ambos son de derecha, sus convicciones e intereses están ahí, y disfrutan del sosiego de los bienes que les dejó la fortuna política. No se fueron porque ya se habían ido.

De César Duarte, ni qué decir, salvo recordar la humorada que produjo una entrevista periodística reciente en la que se muestra entre indignado y sorprendido porque el pueblo de Chihuahua no lo ha rescatado en masa de la prisión donde está recluido.

Quepa como colofón de este apunte, que el PRI hace tiempo es un cadáver insepulto que sólo sirve para apestar al pueblo.

Vaya para él un responso y el deseo de que encuentre una buena tumba, que diga RIP.