Jaime García Chávez
Seguro estoy que el tema César Duarte no deja dormir a gusto a la gobernadora Campos Galván. Tanto es así que no pierde oportunidad de fortalecer a su némesis Javier Corral -hasta ahora miembro de su mismo partido-, al grado de responsabilizarlo de todos los males que aquejan a Chihuahua. Es una vieja táctica de la construcción de adversarios que sigue el modelo político de escindir el escenario entre amigos y enemigos, siempre con la pretensión de exterminar a estos últimos.
Puedo decir que ese esquema es el mismo de López Obrador, liberales contra conservadores, mafia del poder, se corresponden aquí con un diabólico Javier Corral Jurado que, dicho sea de paso, no da la talla para eso. Lo que quiero precisar es que Duarte fue a Corral lo que Corral es a Maru en estos meses de gobierno falaz en Chihuahua.
Si contra Javier Corral hay acciones, dicen que muchas, que se ejerciten y no se agoten en simples declaraciones de las que se hacen eco algunos medios para magnificarlas, con la peregrina idea de que así mantendrán a los ciudadanos totalmente distraídos de la crisis, inseguridad pública galopante, de la grosura del gobierno actual, de su corrupción y de la expoliación fiscal que azota a los contribuyentes, entre otros muchos problemas.
Lo que no sabe la gobernadora es que esa forma de hacer política va a tener fecha cierta de caducidad. Que el pasado negro, del que ella es cómplice en su calidad de panista, no da de comer a nadie y ya hasta algunos empresarios de peso se empiezan a mortificar con los desatinos e improvisación que se advierte en la mediocre administración pública que no es otra cosa que la continuación del panismo chihuahuense, que debutó con Francisco Barrio, se hundió con Javier Corral y continúa en esa caída porque su proyecto, en realidad, no tiene nada que ofrecer a Chihuahua, como lo evidencia que el Palacio de Gobierno esté en condominio político con el PRI de Alejandro Domínguez y el PRD del inefable Pavel Aguilar.
Contra eso algunas medicinas podría tener la gobernadora. Para lo que no hay terapia es que un día le remitieran a César Duarte para ser juzgado en Chihuahua. Es algo que sí es causa de insomnio. El porqué es obvio: frente a esa eventualidad se ha ido barbechando la opinión pública con la liberación y cobijo que el gobierno le da para cerrar el escándalo Duarte con una absolución.
Una red de periódicos de cuyo nombre ya no quiero acordarme, funge como vocería de ganso del gobierno a grado tal que ya están por declarar la beatificación de exfuncionarios corruptos del tipo de Antonio Tarín y otros con los que no quiero emborronar cuartillas. De tal manera que la liberación en tierra chihuahuense de César Duarte sería tanto como la consagración final.
Se preguntarán los lectores el porqué de estas palabras. La respuesta es sencilla: si al tirano y corrupto Duarte lo condenan aquí, seguido el debido proceso, resultará que Javier Corral se irá a los cuernos de la luna y eso, precisamente eso, es lo que no quiere nunca de nunca Maru Campos para su compañero de partido.
Por eso conjeturo que para Maru el remedio para tener buenas y plácidas noches es que nieguen la extradición de Duarte, lo dejen libre para los negocios en Estados Unidos y aquí no ha pasado nada. El PAN, entonces sí canonizaría a santa Maru, borrando para siempre sus pecados terrenales y munificentes en dinero de los que gozó en esos seis años que tantos privilegios le dejó.
18 de febrero de 2022.