Como ocurría no hace mucho en el PRI, y luego en el PAN, el gobierno placea por el país a un candidateable (“corcholatas”, les llama el presidente de la república) para que su imagen se vaya atemperando entre la población en el largo, largo contexto de la próxima sucesión presidencial como es hoy, en la era de la Cuatroté. Ese papel lo ha estado jugando el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, y lo ha hecho a contrapelo de su rol conciliador, dada la naturaleza de su cargo.

Como segundo de a bordo, Adán Augusto ha caminado seguro por los estados gobernados por MORENA con el pretexto de conseguir el apoyo de los diversos congresos que le aseguren a López Obrador la reforma que se votó para mantener al Ejército en las calles en tareas de seguridad. A estas alturas el número necesario ya se había rebasado, pero el secretario-corcholata continuó su peregrinar y Chihuahua fue una excusa más para hacer política, de esa que abrevó durante 25 años en el PRI de sus orígenes tabasqueños y que, todo parece indicar, mantiene aún en práctica.

El secretario de Gobernación ha saltado de estado en estado y ha sostenido la misma línea discursiva que el presidente: desplegar su discurso de encono, con desplantes regionalistas y hasta clasistas, pero lleno de contradicciones y mentiras. En Chihuahua su comportamiento ya no fue excepcional.

Aquí se desdijo de sus dichos en Tamaulipas en donde días antes había afirmado que la seguridad en Chihuahua era un desastre. “Yo dije que hay un problema de inseguridad y que es un problema que debemos combatir entre todos”, reviró el secretario.

En el clímax de sus despropósitos, Adán Augusto afirmó aquí, en el cuarto estado con mayor violencia en el país en 2022 y bajo esa “responsabilidad compartida” que demandó del PAN gobernante en Chihuahua, que “ayer, afortunadamente, nada más hubo cuatro muertos por homicidio doloso”.

Tales palabras se perdieron en el mar de la discusión político-partidista que caracterizó la presencia del funcionario en el Congreso local, hasta donde también llevó su diatriba lo mismo contra panistas que contra Movimiento Ciudadano, y acusó de “ignorantes” a los legisladores opositores cuya votación pospusieron para el jueves 10 de noviembre.

Adán Augusto, en su velada gira de precampaña por el país, pisó pues tierras de Maru Campos, una gobernadora igualmente volátil quien hoy opina y dispara pestes contra MORENA y al día siguiente, con sus artes de histrionismo ya bien conocidas, da el espaldarazo a cualquier representante de aquel partido y de sus funcionarios en el poder.

Es decir, quieren sostener un discurso de compromiso con los suyos denostando al contrario, y dejan momentáneamente de lado el compromiso que tienen con toda la ciudadanía de hacer política sin eliminar al de enfrente. Por eso caen continuamente en la hipocresía y falsean la noción de la civilidad obligada por los gobernantes. Pero no pueden evitar lo contrario. Los extremos se encuentran. Así lo aprendieron. Así lo despliegan. Y, a la luz de los hechos, así seguirán.