Columna

Maru, la militarista

Como todo mundo sabe, hoy habrá una decisión senatorial de trascendencia en torno a la militarización del país. Una de las aristas que frecuentemente se pasan por alto es el papel de los gobernadores en esta decisión.

De espaldas al pacto federal, 26 gobernadores han pedido el auxilio de la Guardia Nacional, más que todo para sostenerse en el poder. Cinco de ellos son del PAN y entre estos se encuentra Maru Campos, lo que no llama a extrañeza porque, viniendo del recalcitrante calderonismo, fácil es entender porqué ve en las soluciones militares la alternativa para la seguridad pública del país.

A través de la prensa nos enteramos que a fines de junio, y a consecuencia de los crímenes en Cerocahui, arribaron 1 mil 450 elementos federales del Ejército mexicano a Urique, Chihuahua, a pesar de lo cual, como dice acá el fiscal Roberto Fierro Duarte, a “El Chueco” no se le encuentra porque “anda de cueva en cueva”.

El dato por sí mismo habla del fracaso de la Guardia Nacional y de las fuerzas especiales: tantos efectivos y nulos resultados. Lo que sí se puso a la orden del día fueron las redadas y las detenciones de los parientes del delincuente homicida.

Cuando uno ve estas cosas, se percata de bulto que militarizar al país no significa tener ni seguridad ni efectividad en el combate al crimen organizado.

Por eso Maru recurre al apoyo, a la militarista iniciativa que hoy se discutirá en el Senado y que es de procedencia priista, partido con el que cogobierna esta tierra norteña.

Entre tanto, el gobierno de López Obrador ha estado trabajando de manera frenética para corromper, comprar o cooptar panistas y priistas con escaño en el Senado.

En esas redes quedó atrapado el senador yucateco Raúl Paz, que cobró fama en Mérida de tener una “vida loca”; se distinguió por andar de bar en bar, y ahora de andar de partido en partido, pues es la nueva adquisición lopezobradorista que viene del PAN y se pasa a las filas morenistas. Dicen que, a falta de embajadas, le ofrecieron ser gobernador de Yucatán.

Y luego dice López Obrador “no somos iguales”, cuando ya se va confundiendo en el rebaño con las Maru y los Raúl Paz.

Por eso se acuñó la frase de que “para los traidores no existe la piedad”.