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Que ese fuego no te queme

Javier Corral fue entrevistado por el periodista Fernando del Collado recientemente. A lo largo del programa “Tragaluz”, que se transmite por el canal de Milenio, se le inquirió sobre su seguridad personal y los riesgos de que se pueda atentar en contra de su integridad, empleando al efecto la palabra “muerte”.

Las respuestas, es una obviedad, fueron evasivas; se afirmó el riesgo, pero no se dijo de dónde viene. Afirmó que sabe quiénes son, y lo más interesante, que ya puso en conocimiento de su circunstancia a los aparatos de seguridad del gobierno federal. En otras palabras, podemos entender que tanto Andrés Manuel López Obrador como Crescencio Sandoval, Alejandro Gertz Manero y Rosa Icela Rodríguez ya tomaron nota, mas no sabemos qué es lo que vayan a hacer, en prevención que evite un delicado hecho como el que se trata aquí.

Hay un punto de partida que debe ser como la premisa mayor, cuando examinamos un tema como este, en relación a la política, que la democracia es arena en la que se procesan civilizadamente los conflictos para dirimirse o para encontrarles un cauce.

Mundialmente, cuando sucede un hecho grave, se deteriora más el espacio público, con graves consecuencias, no nada más para quienes están en el poder, sino para la seguridad de la sociedad misma. En otras palabras, esto a nadie le viene bien.

No obstante esta premisa, reconocida por su importancia ética y política, las autoridades de Chihuahua han banalizado las cosas y no se han hecho cargo de la importancia del asunto. Empecemos por lo que dijo la gobernadora cuando la cuestionaron los reporteros sobre los temores de Corral acerca de su seguridad.

Maru Campos no pudo evitar el sarcasmo, lo que sugiere que para ella primero está el odio que su función institucional, pues contestó, socarronamente, “pobrecito”, y sólo atinó a decir que lo tiene presente en sus oraciones. Toda una burla, más si tomamos en cuenta la investidura de quien se pronuncia.

Esas, que son palabras simuladas, se convierten en términos realistas cuando el gobierno de María Eugenia Campos habla por boca de Luis Serrato Castell, su coordinador de Gabinete, quien declaró, en relación a las mismas palabras de Corral, que en el actual gobierno no se aplicará la persecución de nadie, lo cual es falso porque desde el gobierno estatal se trata de convertir al exgobernador en enemigo público de la sociedad.

Pero el rencor reaparece, por encargo, de manera más explícita en Serrato, cuando declara que Corral “siente pasos en la azotea (y que) la única manera que tiene de defenderse es inventar”; que la administración de Corral Jurado fue “una de las peores evaluadas” y que por ello “implementa una estrategia vieja, en la que se basa de simular, manipular e inventar”. Y le asesta: “Qué cinismo y desfachatez de decir que es un perseguido de la justicia, es el colmo”.

Palabras distintas, pero con un solo sentido. Varias bocas estatales, pero un solo propósito.

Aparte de que hay una ausencia de pericia política por lo delicado del tema, el gobierno actual de Chihuahua construye y profundiza acendrados rencores, que siendo profesados por miembros de nuestra clase política, nos deja entrampados a todos, a la vista del clima de violencia y provocación que puede vivir Chihuahua para poner al rojo vivo las ambiciones de poder. Hoy cualquiera puede atentar contra su oponente cuando se han confrontado en materia de corrupción política, y con un suceso de sangre esto se puede convertir en tierra de nadie.

De sobra está decir que la gobernadora se debiera sobreponer a sus odios y burlas y actuar institucionalmente en todas las facetas. No vaya a lamentar mañana lo que no cuidó ahora.

El que esto escribe tiene profundas divergencias con Javier Corral. Las ha dicho a lo largo de los últimos años, y recientemente al comentar el libro “El caso Viuda Negra”, que precisamente trata de cómo trascienden los hechos de corrupción política a los homicidios, al enrarecimiento de la escena pública y a la impunidad, cuando el Estado mismo no asume su papel de manera genuina.

Un refrán lo dice, “el que juega con fuego, se quema”.