Más masacres y la seguridad en el descuido gubernamental
Si bien los homicidios por ejecución son graves, las masacres en las que el asesinato es colectivo, cobran un rasgo extremo, para calificar la violencia que golpea al estado. No han transcurrido los primeros seis meses del año y ya se da a conocer que en Cuauhtémoc hubo un crimen de esa naturaleza que marca con el número 27 los homicidios colectivos en el estado de Chihuahua.
Se trata de un hecho alarmante que demuestra que el gobierno actual no está haciendo la tarea y que dos dependencias, la Fiscalía General y la Secretaría de Seguridad Pública, le están quedando a deber a la sociedad chihuahuense.
En realidad, no hay una política sólida para atender este delicado problema de manera eficaz, tanto en la prevención como en la persecución de los crímenes. El suceso en el importante municipio de Cuauhtémoc, el tercero más relevante de la entidad, se da casi en simultaneidad con la visita del secretario de Gobernación y de la titular de Seguridad Pública del gobierno federal, durante la que se presumió que hay un “modelo Chihuahua” en esta materia, que no va más allá de un proyecto inmobiliario para construir una torre en Ciudad Juárez, prácticamente convertido en el negocio sexenal.
Tanto el traslado de la Secretaría de Seguridad Pública a Ciudad Juarez como el llamado “modelo Centinela”, son instrumentos para aparentar que se está atendiendo el problema, cuando la realidad nos dice que no es así.
En plena era de la digitalización de la información, da lo mismo que el cuartel general esté aquí o en cualquier parte. Lo que se necesita es que haya resultados tangibles que nos digan que no habrá más masacres, ni restos de cadáveres en cestos de basura, y en simultaneidad, que veamos a la policía del estado y a la Guardia Nacional sólo cuando los delitos se han consumado.
Y si bien aquí estamos hablando de hechos de sangre, la delincuencia en otros órdenes está disparada en delitos patrimoniales a casas habitación, robo de vehículos y un sinfín de faltas de otro corte, que ya forman, lamentablemente, parte de lo ordinario.