De los partidos políticos existentes en México, MORENA es el que más carece de institucionalidad, cuyos estatutos, aparte de estar malhechos, menos se respetan.

En MORENA sus militantes carecen de tres derechos básicos: no deliberan ni deciden su programa y plataforma electorales, no eligen a sus dirigentes y mucho menos a sus candidatos. Tres derechos fundamentales que en realidad son los tres ejes sobre los que se soporta una adhesión o afiliación a un partido político.

Pertenecer formalmente a MORENA no es la cuestión, hay mil formas de hacerlo, en este caso, so pretexto de que tiene la calidad de movimiento político, traslapada a la de partido que, conforme a la Constitución, debiera respetar su carácter de interés público, y adicionalmente porque recibe recursos en dinero, producto de los impuestos que pagan los contribuyentes. Partido rico, pueblo pobre, por más que digan que no son iguales.

No son esas las únicas razones para explicarnos el porqué se puede ser miembro del partido con un historial como el que tienen personajes de la talla de Enrique Serrano Escobar y Javier Corral Jurado, no hace mucho miembros del PRI y el PAN, respectivamente. Y todavía más: estuvieron enfrentados en las elecciones de gobernador de 2016, Serrano como el candidato de Duarte, y Corral postulado por el PAN, quien se solazaba en llamar a aquel como el “candiduarte”. Ahora son colegas y se pueden tomar de la mano en algún acto de campaña.

Para Corral su membresía morenista, aparte le ha servido para reconciliarse políticamente con su compadre Cruz Pérez Cuéllar, sobre todo por aquello que hemos dicho en esta columna: “matar (políticamente) a un compadre, es ofender al eterno”. Y ya ve usted cómo son estos políticos persignados.