Artículo

La codicia por la UACh

No ha habido gobernador del estado que haya sido respetuoso de la autonomía de la Universidad Autónoma de Chihuahua, decretada en 1968 a la hora de inaugurar su administración Óscar Flores Sánchez. Pero la fundación de esa autonomía marcó al centro de estudios. Simultáneamente al decreto y tras bambalinas, se buscó la renuncia del rector Manuel Russek Gameros, un hombre liberal e ilustrado, para nombrar a Óscar Ornelas, e iniciar el viaje sexenal. Autonomía sí, autonomía no.

En los tiempos del rectorado de Russek Gameros corrían en paralelo un movimiento estudiantil muy fuerte y articulado políticamente, y un proyecto de modernización de la universidad, que incluía el grave problema de su financiamiento público y la exigencia misma de la autonomía, pero con un sentido real.

De 1974 en adelante, la UACh pasó a formar parte del aparato burocrático del Poder Ejecutivo, y todos los gobernadores impusieron a sus respectivos rectores. No importó para nada la calidad humana de quien iba a ocupar el cargo, ni su preparación, y mucho menos su compromiso con lo que es una universidad moderna. No es extraño, entonces, que algunos rectores, a la hora del cambio sexenal, fueran defenestrados, incluso algunos de ahí pasaron a vivir en la penitenciaría.

Obvio que ocupar la rectoría era antesala para escalar a cargos políticos superiores. Todo esto, tanto en los tiempos del PRI como en los del PAN.

En estos momentos estamos ratificando, con hechos duros, que esta historia se repite. La gobernadora Maru Campos echó del cargo a Luis Fierro e impuso al actual interino, Jesús Villalobos Jión, que llegó con el encargo de iniciar un proceso de “rectificación”, que a decir verdad, no se nota por ninguna parte, porque políticamente la institución vive en el mundo de las tinieblas que ha lastimado a la universidad desde la derrota del movimiento estudiantil de 1974, cuando realmente se planteó un proyecto de transformación, que fue aplastado con la fuerza policiaca del gobierno de Flores Sánchez.

En las primeras semanas del actual rectorado, Villalobos Jión dijo públicamente que su estancia era transitoria, ya que la elección para un periodo completo legalmente está prevista hacia los últimos meses del presente año. Pero ya instalado le gustó mucho el cargo, y ahora promueve una ley especial que haría posible que él se postule. En otras palabras, que el Congreso del Estado reforme la Ley Orgánica de la UACh para quitarle obstáculos que hacen imposible su reelección. La ley es clara y la prohibe, pero ahora él recurre al sofisma de que ser interino no es traba, y que, si acaso lo fuera, que el Congreso modifique la ley para que pueda llegar.

Villalobos Jión es rector por la voluntad única de la gobernadora Campos Galván, en cuya decisión está, según ha trascendido, la influencia de su señora madre. Ella lo puso, y probablemente ella le abra la puerta para que continúe, o lo eche por la ventana para colocar a otra de sus piezas.

Es la vieja historia de siempre, que hace a la UACh un botín, un trampolín político, un aparato más del entramado del Ejecutivo estatal y, en ese juego, los intereses de la sociedad que aspiran a una universidad gratuita, abierta, vinculada a la ciencia y las humanidades, imbuida de los valores liberales de la tolerancia y la libertad, el escepticismo y la crítica, no están en las prioridades de la agenda del grupo en el poder.

Y no puede ser de otra manera, si tomamos en cuenta que ese poder, representado por la gobernadora, orienta sus preferencias por la educación superior privada, del tipo de donde ella se formó: el Tec de Monterrey, la Georgetown University de Washington. Esa sería la arista personal, el talante de la titular del Ejecutivo, que encuentra el excelente barbecho de medio siglo de una dominación, corrupta y corruptora, al interior mismo de la universidad.

La más vieja institución superior de Chihuahua continúa sin brújula y de espaldas a la mejor misión que la sociedad chihuahuense anhela para ella. Toda una tragedia.