Como han dicho los filósofos, la piedad es una virtud bajo sospecha. Esto se confirma si lo vemos a la luz de hechos concretos, específicos, que no dejen lugar a duda. Me voy a referir al caso César Duarte, cuya extradición se decretó hace meses y no termina de llegar ante el juez de su causa aquí en Chihuahua.

No obstante la enorme importancia que la tiranía y corrupción duartista tiene en la vida local, reina una desinformación superlativa, pero además dolosamente intencionada.

Si viene, o mejor dicho, si lo traen, en los términos que se han propalado por la prensa, prácticamente vendrá a un día de campo. En primer lugar porque el delito por el cual se le extraditó, y que será materia única de la causa penal, no cuenta con la pena de privación de su libertad, lo que le permitirá cómodamente, desde el confort de su casa, atender las molestias de su encauzamiento. Desde luego que Duarte debe mucho más a Chihuahua.

Luego viene algo a lo que tiene derecho: defenderse de las imputaciones que seguramente lo vincularán hasta abreviarlo todo, recuperar su ansiada libertad, y dedicarse a disfrutar de los muchos millones que acumuló como gobernador del estado. Y si dios no dispone otra cosa, como seguramente será, hasta recobrará sus dominios en ranchos y propiedades.

En la vox populi se dice que hasta perdón público se le va a otorgar.

Son algunos los factores que pueden desembocar en esta impunidad que crearía gran desaliento al objetivo de sanear la vida pública de Chihuahua. En primer lugar, el reacomodo político que llevó a María Eugenia Campos a la gubernatura, con su cauda de corruptos duartistas que la acompañan, tanto dentro como fuera del aparato estatal.

Desde luego, y en una esfera más alta, está lo que sabe Duarte de la corrupción en el país en la era Peña Nieto, y que es su moneda de cambio. La lenidad del aparato de justicia de la Cuatroté, en especial de su fiscal, Alejandro Gertz Manero. A esto agréguele que el Poder Judicial de Chihuahua está predispuesto a favorecer la impunidad, entre otras cosas más.

Pero el tema es la piedad. Hay toda una campaña, patrocinada desde el poder, que tiene en los Diarios de Chihuahua, de Osvaldo Rodríguez Borunda, al orquestador principal, para generar esa piedad en favor del antiguo tirano. Páginas y páginas de los Tarín, los Villegas, los Garfio, los Romero, nos han ido contando, con una narrativa ridícula, las penalidades que supuestamente padecieron, y las “persecuciones” de que fueron objeto, por el acompañamiento que le dieron al exgobernador, no sin dividendos económicos.

Con esos periodicazos se ha barbechado el terreno para que Duarte regrese como mártir. Ahora, un abogado segundón, que se ha convertido en su vocero, nos viene con el cuento de que César Duarte es el más interesado en volver, que tiene una dolorosa hernia, producto del desplome de aquel famoso helicopterazo.

O sea, apiádense del señor, sean benevolentes, ya ha sufrido demasiado; la piedad y la misericordia cristianas han de actuar para darle la bienvenida al martirizado exgobernador. ¡Cuántas vestiduras tiene la impunidad!