Hoy por la mañana publiqué, vía Facebook: “La prensa de Chihuahua se autopremia. Ni así la hace”. Es una de las tantas frases que suelo publicar casi a diario, con la finalidad de inducir alguna reflexión, dar a conocer un breve punto de vista y, porqué no, un estado de ánimo al ritmo que los días avanzan. 

Esa frase se hizo acreedora a un comentario, que reconozco por su certidumbre, de Mauricio Monreal conocido como el “Reportero de a pie”, que forma parte, en el mejor sentido del término, del paisaje urbano de Chihuahua, dando testimonio presencial de que otro periodismo es posible, el que se hace en la calle y en contacto no nada más con nuestros notables, sino también de la gente ordinaria que muchísimo tiene que decir sobre lo que nos pasa pero suele estar en ausencia en los rotativos.

Transcribo su comentario porque su contenido provoca y duele. Va:

En el 2001 el entonces presidente de El Foro, al medio día, antes de la ceremonia de premiación para esa noche, se presentó en mi trabajo y encarecidamente me pidió no dejara de acudir, ya que mis tres trabajos de radio presentados habían quedado en primero, tercer y cuarto lugar, acorde a sinodales externos en el país. Acudí… ¡Ni me mencionaron! De última hora, el entonces gobernador me anuló por la naturaleza de mis trabajos y dieron el premio al segundo lugar. ¡Qué humillante! Para eso me hablaron. Años posteriores me suplicaban volver a participar. Nunca lo he vuelto a hacer en veinte años. Les he pedido antes ofrecerme una disculpa pública por la afrenta. Se burlan y me dicen que es imposible. Tengo veinte años esperando la disculpa. Ojalá lo hagan antes de morir, malditos fraudulentos. Mi respetuosa opinión. 

De muchos cientos de años atrás hay premios al trabajo intelectual, especialmente en las artes. En sus inicios respondían a un regalo cívico muy sentido y acendrado. Eran premios al talento y sin discriminación. Hoy día, también esos premios se expiden, en muchas ocasiones, para estimular una sentida causa que pretende corregir agravios en muchas partes del mundo. 

Pero aquí en Chihuahua esa práctica en concreto, si leemos con atención a Monreal, se ha pervertido y sólo sirve a periódicos como El Heraldo de Chihuahua o los Diarios de Osvaldo Rodríguez Borunda, para mostrarse potables, cuando en realidad ni lo son, ni quieren ser.

Es obvio que el periodismo de Chihuahua, con excepciones notables que no reseño aquí para no excluir a nadie, es una escuela de frustración que le hace enorme daño a una sociedad que es indolente porque, precisamente, carece de medios de información serios y confiables. 

Esos no hace periodismo, hacen negocios y, fundamentalmente, medrando del erario con el que se pagan los bozales de oro.