Columna

Javier Corral, o el periodismo chihuahuense no me merece

Cuando Javier Corral asumió el cargo de gobernador, hace 5 años, dijo que era el primer periodista que lo ocupaba. De inmediato se le recordó a don Silvestre Terrazas, ese sí, un periodista de pura cepa. Después, prácticamente le dijo al periodismo de Chihuahua que no lo merecía, y se dedicó, por una parte, a tender sus lazos en la Ciudad de México y, por la otra, a destruir el Canal 28, convirtiéndolo en una especie de televisión del tipo de la que existe en Cuba o Venezuela, siempre él como rostro y vocero único y a la altura de su narcisismo.

Ahora que caduca el quinquenio del fracaso, rindió una entrevista a través del periódico Reforma de la capital del país; algo así como su responso, pero político. No quiere decir que no encuentre algún cargo en el futuro. De personas como él está colmada la vida nacional desde hace mucho tiempo.

Canto fúnebre porque declara que ha “perdido la esperanza de que el PAN tenga remedio”. O Corral es de lento aprendizaje –no lo creo– o es un gesticulador que se niega a reconocer la historia del partido al que le debe absolutamente todo. Puede ser que haya leído muchos editoriales de “La Nación”, pero bien a bien no conoce la historia esencial del partido fundado por Manuel Gómez Morín hacia fines de la era de Lázaro Cárdenas. Le vendría bien leer los nuevos aportes que hay sobre el conservadurismo mexicano. Pero no estoy para recomendaciones bibliográficas.

Es obvio que jamás tuvo la valentía de Castillo Peraza, que se fue justo cuando Fox estaba por instalarse en Los Pinos. Y ahora nos quiere convencer con una especie de novela rosa de que tuvo momentos muy ríspidos con López Obrador, de que ve en MORENA un mazacote, pero “el lopezobradorismo es una corriente sólida”. Son los coqueteos de quien se quedó colgado en los alambres porque nunca supo jugar como trapecista, equilibrador y sensato. Enfermo de hybris, se encerró en su retórica y, siemprebienpeinado, integró un gobierno partidocrático con lo peor de su partido y alentó un proyecto de poder con Gustavo Madero que le agrió la vida para siempre.

Improvisado en cuestiones jurídicas y desconocedor del contenido fundamental de la lucha anticorrupción, se quiso convertir en el campeón personal de esa lucha, emigrando de Unión Ciudadana para luego traicionarla. La impericia política asomó siempre en su horizonte porque pudiendo haber continuado con el reclamo inicial e histórico contra el duartismo, preconizado por Unión Ciudadana, prefirió trazar su propia senda y ahí están los resultados.

Si Duarte llega a ser extraditado, ahí empezará otra historia, que se pudo haber construido con la denuncia del 23 de septiembre de 2014, que oportunistamente Corral llamaba “robusta” y “basada en un arsenal de pruebas”, y que luego fue hecha de lado y olvidada porque a Gustavo Madero no le gusta confrontar con el sistema bancario nacional y a Corral menos.

A partir de ahora Corral es un político en busca de partido. Dice que será un paso natural ingresar a Movimiento Ciudadano de Dante Delgado, y se ve distante de MORENA, pero siendo un mentiroso redomado, no me extrañaría verlo vestido de casimir inglés y guinda.

Dice que escribirá sus memorias. Ojalá viva para glosarlas, que no gozarlas, porque a su paso por Chihuahua el amanecer nunca llegó.

Recuerda Corral, aquí también hay periodistas y la dolorosa ausencia de Miroslava.