Obligado no sólo política o moralmente (él mismo planteó a México observar al gobierno así con la Cartilla Moral), sino por las leyes en vigor, el presidente de México, como es costumbre, no se aguantó las ganas y volvió a violentar las normas de abstención en torno a la próxima consulta que él mismo impulsó.

Muy dado a “poner el ejemplo”, López Obrador se brincó las trancas y opinó, con sus desplantes habituales y esa parsimonia ya entrenada que convierte los segundos en minutos y estos en horas (los choferes profesionales le llaman freno de motor), que el INE no ha hecho lo suficiente para promover la consulta, lo cual resulta falso porque a cada rato en los medios hay publicidad al respecto. Por supuesto, no son los niveles de cuando se promueven una decena de partidos al mismo tiempo durante cuatro meses. Por eso AMLO se tomó la atribución –violación– de “opinar” y aprovechar para invitar a participar en la referida consulta cuya pregunta es más ambigua (o falsa) que la inocencia de su paradigmático Luis Echeverría en las represiones estudiantiles de hace cincuenta años.

Tal pregunta no incluye, como pregona la Cuatroté, a ninguno de los expresidentes y, por si no la sabe, es la siguiente: 

“¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”

Una consulta por demás ociosa y distractora, puesto que la Fiscalía y el gobierno están obligados a perseguir la delincuencia de todo tipo, incluida la política, sin que medie consulta alguna, algo que, puestos en el absurdo, no ha requerido la detención de los defensores del agua en en el centro sur del estado, convertidos ya en presos políticos de la actual administración.