Nadie duda de que Arturo Zaldívar llegó a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación por designación de Andrés Manuel López Obrador. Quién puede dudar, entonces, que AMLO le haya regalado dos años más para presidir el alto tribunal, hoy manchado de indignidad.
La Constitución dispone que el periodo presidencial en la Corte es de cuatro años y que no puede reelegirse, pero a este gobierno la Constitución no le importa absolutamente nada, y si la misma está en contra de los intereses del autoritarismo, peor aún.
Ahora le tocó a Raúl Bolaños, senador del Verde, proponer una “reforma” y ¡zaz! con 85 votos a favor, 25 en contra y 4 abstenciones se dio un golpe a partir de disponer un artículo transitorio. Somos el único país del mundo en el que los artículos transitorios ya van superando a los artículos básicos, que se suponen primordiales.
Y para que no haya olas también se premió a los integrantes del Consejo de la Judicatura Federal de 5 a 7 años. El dictamen pasará a la Cámara de Diputados, donde el presidente tiene cómoda y servil mayoría. Hasta pareciera que López Obrador siente pasos en la azotea y no está seguro del resultado electoral del próximo mes de junio.
Los estudiosos del populismo describen una constante en este sentido: el gobernante carismático siempre tiende a apoderarse del Poder Judicial, y he aquí una muestra.
López Obrador se dice “liberal de los buenos”, hasta ha convertido a Juárez en un miembro del elenco escenográfico. Pero de liberal no tiene sino el nombre y la simulación. Si asumiera las consecuencias de los históricos debates constitucionales del país, por ejemplo el de Ignacio Vallarta y José María Iglesias, tendría al menos pudor para no preconizar o solapar este tipo de desmesuras que anuncian mayor autoritarismo y cobertura en un Poder Judicial dependiente.
En los albores del constitucionalismo moderno se afirmó que donde no hay división de poderes, no hay Constitución. Parece que para allá vamos.
Los que se dedican a aplaudir como focas el autoritarismo actual, acusan de intentar un “golpe suave” a los que simplemente hacen política y crítica, y callan los duros o semiduros que se dan en la senda del reeleccionismo.
Que la república se preocupe y sus ciudadanos den la cara.
Dice el periodista Roberto Rock que la prórroga a Zaldívar no es un regalo sino una humillación, si acepta quedará reducido a la condición de pelele