Los líderes de la partidocracia podrida son políticos mediocres y vividores, y si fueran militares, muy pocos les pondrían atención. La única ventaja que tienen es estar y medrar en el poder, de donde hay que removerlos al impulso de un fuerte movimiento ciudadano. 

Los precandidatos de MORENA al gobierno del estado, los panistas y los priístas cocinan su posicionamiento fuera de Chihuahua, en la Ciudad de México, porque para ellos la ciudadanía es secundaria y saben que con la dinámica partidocrática lo primero es ganar candidaturas, y cuando no haya más sopa qué comer, la pondrán a la disposición de los ciudadanos para que validen, olvidando que estos son primero y que el año entrante estaremos sufriendo una crisis descomunal para la cual ellos no tienen ni soluciones ni alternativas.

Tenemos frente a nosotros el despliegue de una guerra de posiciones; los líderes de esta partidocracia están en sus trincheras, y la más descarada pugna a este respecto es la que se da al interior del PAN, en su versión Javier Corral contra Campos Galván, o Javier Corral contra Cruz Pérez Cuellar, donde este último viene de la misma matriz. 

Los de MORENA se atrincheran en un partido cuyo líder nacional ni siquiera ha tomado posesión del cargo formal ni jurídicamente. Dirán que es ceremonial, pero investidura, es investidura. Rafael Espino va caminando como guía de turismo y presumiendo su cercanía con López Obrador y tratando de convencernos de lo imposible: que es de izquierda. Juan Carlos Loera De la Rosa comete fraude a la ley de manera sistemática y sin pudor alguno, además de que practica el odioso clientelismo de dar para cobrar después. También presume que puede gozar de la gracia del poder central y que, de los ciudadanos se apiade dios cuando las instituciones no alcancen.

Difícil es la circunstancia de Chihuahua. Atrincherados están los políticos en la guerra de posiciones y en franco olvido de “…la presencia continua, no ya del peligro agudo que templa los ánimos, sino del peligro crónico que abate”, como dice una vieja lección histórica.

Todos ellos quisieron una política en su versión por la lucha de posiciones.

El ánimo ciudadano puede corregir el rumbo del estado.