Ahora nos enteramos, en el escándalo Maru Campos, de que Javier Corral en lugar de informar a Chihuahua privilegia a de su partido por medio de Marko Cortés Mendoza, presidente del Comité Ejecutivo Nacional. A él sí le dirige toda una carta explicativa de cómo la alcaldesa, durante el gobierno duartista, recibió 10 millones de pesos de manera indebida. Le da cronología, le explica sus motivos, se autojustifica y exhibe al cien por ciento que el PAN está por encima de todo: de las instituciones, de los aparatos de justicia, de los de fiscalización, pero sobre todo de los ciudadanos de Chihuahua, incluidos los militantes y simpatizantes del PAN, que desean tener en sus manos toda la información.
Nunca, como ahora, estamos viendo el descaro y la facciosidad de un gobierno en un tema que tiene que ver con una sucesión política; nunca habíamos visto comportamiento tan tosco y de tanto desprecio por la sociedad en un tema tan sensible como es la corrupción política.
Cuando uno opina de esto, y en estos términos, es porque desea que la verdad florezca, que se sepa quién es quién; y aunque esto debiera establecerse por los jueces, pues a ellos compete esclarecer hechos y dictar sentencias, condenatorias o absolutorias, parece que la opción corralista es mantener el conflicto intramuros de su partido. Pero es un asunto de interés público, tanto que los partidos mismos que viven del presupuesto y de la nómina tienen que responder más allá de los confines de sus fronteras.
El momento y la coyuntura la escogieron los panistas, Corral a la cabeza, seguido de Campos Galván; ahora sólo nos deben satisfacer una exigencia plena: queremos saber toda la verdad, y ahora sí, caiga quien deba de caer.
Es el futuro de Chihuahua el que está en juego.
No se gobierna un Estado con base en narrativas y menos en polarización, ya hasta López Obrador está fracasando en eso. Javier Corral no va a poder mover la agenda del Estado a conveniencia, su oportunidad de vida fue 2016. Chihuahua no será su catapulta para postreras metas de su inútil trayectoria política. Por otro lado, más allá de esta borrasca, como tantas que ha tenido la entidad en la historia reciente, aún la remota, Chihuahua exige propuestas viables, realistas, que mejoren la vida de la sociedad en su conjunto, el pueblo ya no se va a mover con base en odios o mera crítica aunque sea justificada. Que siga la telenovela corralista, ya no capta la atención de antaño, la narrativa de los frívolos y falsarios, estilo Duarte.