Dicen los que proponen el toque de queda con motivo de la pandemia que buscan que los sistemas de salud, públicos o privados, no colapsen. Lo evidente es que eso ya sucedió ante las erráticas actitudes y decisiones tomadas por todos los gobiernos, federal, estatal y municipal. 

Esto, si lo asociamos con la escasa cultura cívica para que la población adopte voluntariamente medidas para sofocar la crisis, hace una mezcla explosiva porque todo queda afectado a consecuencias ahora impredecibles. Economía, sociedad e individuo, en más o menor grado, quedan atrapados en una crisis de proporciones gigantescas.

Observando el comportamiento de los gobernantes, es obvio que no han estado a la altura de las circunstancias, politizaron la pandemia y entraron en una rijosidad cuando más se necesitaba de la unidad férrea de propósitos. 

No cabe duda que en todo esto estamos en pañales y que por lo pronto medidas draconianas pesarán sobre todas las libertades.