La insurgencia chihuahuense por la defensa del agua tiene una ventaja táctica: su enorme movilidad frente a un aparato policiaco limitado y restringido, además de defender una causa que transgrede grandes sentimientos de adhesión entre la población en general. Es una especie de la famosa guerra de pulgas que puede picar aquí o picar allá.
Bueno es que tomen conciencia de esta ventaja frente a las agresiones represivas de Javier Corral y de la Guardia Nacional, que actúa ilegalmente y en contra de la Constitución. El momento dicta que hay que mantener en alto las banderas de lucha hasta obtener la victoria.
Si hubieran convocado a todo el pueblo, no habrían llevado a cabo el desalojo tan cobarde.
Si se vuelve a tomar la plaza, convoquen al pueblo para mantenerla, estamos dispuestos, el gobernador cobarde ya se vio que se puede oponer a su pueblo, pero con la fuerza permanente rodeando el palacio de gobierno, no hay tirano que lo soporte.
Mtro. García Chávez, el poder político en su forma convencional, el sistema de partidos tradicional, la democracia representativa e incluso ni la 4T, incluyen en sus intereses primarios la visión y perspectiva de los productores agrícolas, en todo caso adquieren lógicas viejas o modernas de cooptación y corporativización de liderazgos, organizaciones sociales campesinas o solo para fines mediáticos y electoreros no para fines estratégicos.
Por otro lado la forma en la que estos poderes vacían de contenido los discursos por la tierra y sus activos, las reivindicaciones territoriales, la soberanía alimentaria, entre otras causas, para luego permitir sin más defensa que el discurso, el extractivismo, la concentración y extranjerización de estos recursos naturales a nombre del desarrollo y la productividad de corto plazo o de los tratados internacionales, además, de agregar a todo esto la parte más improductiva del campo, las coyunturas electorales. Por lo que hace para los trabajadores agrícolas una tarea más complicada mantener la autonomía de los proyectos productivos o comunitarios propios, ya no digamos, cuidarlos de hechos políticos y electorales que negocian el sentido real de sus luchas.
En el actual contexto marcado por la pandemia por la Covid-19 y el confinamiento mundial, se pone en cuestión el modelo primario exportador, en el que la producción y las rutas del mercado global no están destinadas a la alimentación humana, a los mercados internos y a la reproducción de la vida. Se han puesto en cuestión los paradigmas, y hoy se aprecia más que nunca las ventajas de las agriculturas campesinas e indígenas, y principalmente, la agroecología como apuesta y política productiva, como las más capaces para enfrentar el agolpamiento de las crisis, ambiental, alimentaria y sanitaria, en los ámbitos locales y regionales. Si bien se ha profundizado la desigualdad y el extractivismo, los pueblos encuentran vías para ejercer resistencia.
En este particular contexto de vida, rescatamos la capacidad de organización y estrategias que emergen desde los productores agrícolas en defensa del agua, donde las organizaciones campesinas y sus líderes no se amedrentan, aunque falta tejer con más fuerza los lazos entre la ciudad y el campo. Además de reconocerlos como sujetos de derechos, – sujetos políticos y sujetos económicos – no solos como trabajadores y productores del campo.
Las experiencias de recuperación de tierras, defensa del agua, los recursos naturales, rehabilitación de suelos, generación de sistemas locales agroalimentarios y de comercio justo, entre otras alternativas que no se enlistan, son experiencias inspiradoras, pero además son muestras concretas de la viabilidad y eficiencia de estas economías, y su potencialidad para generar redes alternativas de comercio e incluso exportación. Por lo tanto, la discusión sobre el acceso de las organizaciones rurales al poder político, manteniendo el sueño de que sean autónomas es un reto y una opción real y dado que el Estado-Gobierno es un obstáculo para el curso de las propuestas campesinas e indígenas extendemos el aliento de la soberanía alimentaria, a la soberanía política y social.
Hoy se ocupan modelos y formatos de organización con procesos que vayan “más allá del Estado-Gobierno, los partidos políticos y la cultura tradicional de la corporatizacion de izquierda o de derecha”… al amparo de la Constitución y dentro del Estado de Derecho se requieren procesos autonómicos que emerjan en los territorios y que afirmen autonomías campesinas e indígenas, gobiernos territoriales, jurisdicciones propias, guardias comunitarias para la defensa de sus familias y sus territorios, experiencias de autogobierno y autodeterminación, formas de participación política y democratización del poder desde abajo, que realmente empoderen al campo para que se hable de tú a tú con los otros sectores de la economía y sus productores estén en capacidad interlocutora como para poner en dialogo al propio Gobierno municipal, estatal o federal cuando así se requiera.