En mi querido Camargo les llaman “mentecatos”. En tono de insulto sonaba fuerte, en realidad sólo significa tonto, fatuo o falto de juicio. Esa categoría, que quizá no se quede en el ámbito de la rivera del Río Conchos, se le puede aplicar casi con exactitud matemática a Javier Corral Jurado. Me explico: como gobernante ha abusado de la fuerza pública contra los manifestantes pacíficos. Ha criminalizado la protesta social, sin laureles se ha dedicado a dormir y a holgar, gesticula y también se esconde. Es tejón de tejones. 

Cuestiona las tácticas empleadas por los defensores del agua de la región centro-sur de Chihuahua, pero ahora nos viene con la novedad de que él las va a emplear ahora en el Zócalo de la Ciudad de México para exigirle audiencia a Andrés Manuel López Obrador. Como si gritara envuelto en heroísmo supremo, dice que quiere dormir en ese lugar, actividad biológica que es probable se le dé con munificencia. 

¿Cuál es el motivo de que pretenda esto, hacer allá lo que condena aquí? Se antojan dos respuestas: la primera es que no se ha dado cuenta que él es el gobernador del estado y que tiene herramientas constitucionales mucho más eficaces que esa farsa que pretende escenificar; la segunda, continuar con su política de obtener reflectores con sus compadres, amigos y medios afines en la capital del país para alcanzar notoriedad en búsqueda de continuar figurando en la política mediante el lucro indebido. 

Lo he dicho y ahora lo repito: Javier Corral Jurado se ha beneficiado del Síndrome de Escalón, esa modesta población que está en las goteras de Chihuahua hacia el sur. Él cree que puede engañar al resto de la república dando una cara, porque la que le pone al estado es justificadamente muy mal vista. Quiere poner en práctica la picaresca de Gonzalo N. Santos: engañar a los del centro con la idea de que aquí lo quieren, y a los de aquí diciéndoles que allá tiene algo de aprecio, aunque obviamente no en los círculos gubernamentales, donde le tienen bien medida su boca, su engolamiento, sus interjecciones y su hueca fraseología. 

Algo hay de esquizoide en Corral. Valiente no es, pero quiere cubrir su cobardía; luchador de la calle no ha sido nunca en los últimos 30 años, pero quiere aparecer en la plaza de la capital. Es un caso que requiere algo más que un terapeuta. La realidad es que no puede con el cargo; su principal enemigo es él mismo. Encerrado en su torre del orgullo, no se da cuenta que desde hace mucho emprendió su propia marcha de la locura y que dentro de sí mismo trae el germen de la autodestrucción. Rodeado de plutócratas y funcionarios insensibles, le ha causado un daño descomunal a su propio partido, que sería lo de menos, pero ha hundido a Chihuahua en la desgracia, el endeudamiento, la lambisconería de un día con el presidente y la denostación en el siguiente. Cosas de la niñez. 

Por lo pronto, y como esto es una plaga entre los activos del PAN, hay que ir pensándole bien para desterrar a este partido de nuestro estado norteño, que no por hospitalario, tiene que aguantar a los miserables que hoy lo gobiernan y desgobiernan en todo su territorio. 

¿Mentecato? Sí. A menos que me corrijan los de Camargo, mi tierra.