Si yo fuera el encargado del campanario de la catedral de Chihuahua -descarto que el destino me depare ese final- y el obispo Ausencio Miranda me hubiese ordenado replicar en muestra de júbilo por el acuerdo de Maru con el secretario de Gobernación, me habría negado a hacerlo, consciente de que se trataría de un pecado venial, a lo más.

En el conflicto por el agua que afectó principalmente a la región centro-sur del estado, lo primordial en esta coyuntura es la liberación de los presos políticos, de Andrés Valles Valles, los coloquialmente llamados “tres de La Cruz” y desde luego restañar las agresiones por el homicidio de Jessica Silva y las lesiones nada pequeñas que sufrió su cónyuge supérstite. Lo demás va para largo.

Así se advierte en las palabras del día de hoy de Andrés Manuel López Obrador y una más de sus ya infinitas mentiras. Ahora resulta que no está enterado el presidente de los acuerdos que firma su secretario de Gobernación, además paisano y probablemente hasta compadre.

No cabe duda de que la guerra del agua, término propio del escándalo y el lenguaje que recurre a la hipérbole, requiere un análisis de fondo. Sin duda el conflicto fue manejado con los pies tanto por el gobierno federal y sus múltiples aparatos, como también por el gobierno quinquenal de Javier Corral.

En medio de eso los panistas atizaron el fuego de manera oportunista y obtuvieron lo que buscaban, el ansiado poder. Mientras que las víctimas fueron, como siempre, los de abajo, la infantería, los que le entran genuinamente porque saben que el problema es real. En esto incluyo a la actual gobernadora, que juega ahora con hipocresía que luego se irá demostrando paso a paso.

Entiendo que se puede tejer la libertad de los presos políticos y la reparación de los daños. También entiendo que en este conflicto se ha topado con el ejército y la Guardia Nacional (en realidad son lo mismo) y son un hueso muy difícil de roer como para que se refrende la deshonra en la que cayeron precisamente en la Presa la Boquilla, cuando un pueblo decidido los echó en corrida, y puede volver a hacerlo.

El acuerdo de Bucarelli es puntual y habla de preliberación de los presos políticos. Pero dos detalles se interponen: la autonomía de la Fiscalía General de la República y la resistencia de los jueces de distrito a convertirse en obedientes ejecutores de consignas políticas. Lo pasaron por alto y, como diría Cantinflas: “ahí está el detalle”.

He pugnado por la libertad de los presos políticos y lo seguiré haciendo; merecen regresar a sus hogares y sus trabajos. Lo que no merecen es el pleito ratero que está haciendo AMLO al decir “no estoy enterado de lo que hace mi secretario de Gobernación”, “seguiremos investigando”.

En otras palabras, este baile no ha terminado.

Por eso, desobedecería en franca rebeldía teológica al obispo si me hubiera ordenado repicarle las campanas.