Columna

Venecia –y Chihuahua– sin ti

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Gabriel Aude Venzor, director de Obras Públicas del municipio de Chihuahua y pieza clave de la corrupción duartista, pertenece a una familia muy preocupada por el lustre del apellido, a la que por un hecho delictivo del pasado dedicó una comunicación pública para darle brillo al linaje. Pero muy cuidadosos en unas cosas, descuidan otras que muestran la verdadera historia, al menos de uno de sus miembros, en este caso Gabriel, el socio de Garfio en los negocios de la obra pública. Va de cuento: el funcionario público y el propietario de Construcciones Lagüera, Mario Rodríguez Saldaña, y sus respectivas esposas, realizaron un viaje de placer a Europa, aprovechando el periodo vacacional de finales del año 2014. El periplo en sí no tiene problema, éste empieza cuando exhibe cómo un funcionario que licita obra y un constructor que la obtiene, muestran la connivencia en la que se encuentran, confundiendo una vez más los negocios públicos gubernamentales con los negocios privados. Se arreglan para repartir el pastel para luego disfrutar de sus rebanadas en otras preciadas tierras del orbe, y además lo hacen mostrándose para que todo mundo se entere de que viajan en grupo y presuntuosamente lo ostentan.

Quizá para sendas familias aún sea muestra de estatus viajar a Londres, París, Niza, Florencia y Venecia, entre otros estupendos lugares del llamado Viejo Continente. Que yo recuerde, ese era motivo y timbre de orgullo de los viejos ricos del porfiriato que tenían que padecer náuseas encima de un barco que cruzaba el Atlántico y de los nuevos ricos que empezaron a emplear la aviación comercial para recorrer mundo. La costumbre se ha quedado, aunque ya a muy pocos les cause asombro. Las familias Aude Venzor-Rodríguez Saldaña se tomaron fotos, las hicieron circular por las redes para que los que tienen la desdicha de ver el Canal Chuvíscar seco, sueñen con las vías acuáticas venecianas, la Plaza de San Marcos, y tantos y tantos monumentos históricos de esos litorales que bañan el Adriático. Viajar sin presumirlo es nada, pudieron pensar los coludidos. Y fue así como nos enteramos de un hecho que en cualquier país medianamente civilizado, precisamente de Europa, hubiera sido suficiente para que el funcionario dejara de serlo y el particular sometido a investigación por corrupción.

Para Garfio y su cabeza de pescadito ballezano, se trata de una simple vacilada el que el tema haya subido a la esfera de los medios de comunicación. En realidad exhibe el fondo de la corrupción galopante en la intendencia chihuahuense de César Duarte. No sé si se pasearon por el Gran Canal, en una buena góndola, con violines clásicos, champagne y escuchando la buena música italiana y hasta bailando tarantela como equilibristas en los angostos navíos de todos tan conocidos.

Lo que sí me queda claro es que luego de que llegaron a estas desérticas y frías tierras, y tan luego se hizo público el paseíllo que hace posible el manejo corrupto del presupuesto, les dio por cantar Venecia sin ti en la voz castellana del francés Charles Aznavour, sobre todo aquel versito que dice: “Qué callada quietud / qué tristeza sin fin / qué distinta Venecia si me faltas tú…”. Pero en realidad no era Venecia la que extrañaban, sino la mera posibilidad de perder Chihuahua, que si bien tiene un canal, no es navegable, y al que por cierto le falta un puente.