No cabe duda que la Universidad Autónoma de Chihuahua pasa por una de sus peores momentos. Ya no extraña que “colegiadamente” haga llamamientos reaccionarios y verticales, pendiente como está siempre de ese hedor a autoritarismo que emana del Poder Ejecutivo. Es tan previsible que ya no sorprende. Pero de cualquier modo hay que mantener activa la llama de la crítica para señalar sus ya recurrentes paradojas.

Resulta que hoy, a la luz de las exigencias de apertura y democracia, la UACH publica un desplegado a doble plana (¡para qué tan grande gasto!) en un periódico de cuyo nombre no quiero acordarme, tan sólo para dar a conocer que se trata de un “comunicado único”. Es irónico que, proviniendo de una casa de estudios (la número 34 en una lista de 50 universidades del país) donde se supone debe anteponerse el pensamiento universal, la racionalidad y las ciencias, resultado todas ellas de procesos que no se entienden sin la discusión, la argumentación y el debate, se haga un caro, carísimo, “comunicado único”.

El pretexto, en este caso, es lo de menos: los embates internos por la sucesión, y de paso la exhibición pública e inquisidora (para eso es muy buena la UACH de César Duarte y Enrique Séañez) de dos personajes que se disputan aparentemente el poder venidero. Aún a pesar de estos, la UACH no debiera estar limitándose a un llamamiento arrogantemente único, sino a la discusión abierta, de ida y vuelta, amplia, sin tapujos, de lo que requiere para tratar de recuperar ese orgullo del que tanto habla, pero que ha perdido precisamente por actitudes como la mostrada en ese desplegado. Eso es lo que levanta la nebulosa cortina de humo que no permite ver más allá, ni la corrupción que ahora, en el umbral de un nuevo gobierno, se acusan unos a otros, aunque muchos estén dentro.

Lamentable, muy lamentable, que una institución así esté invitando, otra vez, tramposamente, a un monólogo.