Hubo una corta etapa en que la comunidad LeBarón, en la figura de uno de los suyos, Julián, participaba codo a codo en el movimiento que encabezaba a nivel nacional, por ahí del 2010, el escritor Javier Sicilia, en contra de la absurda “guerra” calderonista.

Como Felipe Calderón había desatado con esa decisión el problema de la violencia generalizada en el país, nunca se notó que los LeBarón congeniaban ideológicamente con el gobierno panista de entonces, del mismo modo que ahora lo hacen con el de Chihuahua, igualmente de derecha, que encabeza Maru Campos. No está claro qué fue lo que separó entonces a LeBarón de Sicilia, pero en los filamentos de la política podrían encontrarse algunas conexiones de ese tipo que lograsen despejar algunas dudas al respecto.

Es famoso el discurso que Julián LeBarón pronunció en la capital del estado al lado de Sicilia, de Lucha Castro y otros líderes y activistas locales. Pero eso pasó. A nivel estatal los LeBarón pronto antagonizaron con esos dirigentes que en otro tiempo acompañaron, y estos terminaron sumándose al gobierno del hoy exgobernador, también panista, Javier Corral Jurado. De hecho, los LeBarón mantuvieron escenas de fricción y violencia con integrantes de El Barzón, uno de los bastiones del corralismo, antes, durante y después de su mandato, entre otras cosas, por el supuesto uso indiscriminado del agua.

Ahora, los LeBarón, quienes han sido en múltiples ocasiones afectados por la violencia en su propia comunidad, afincada en el municipio chihuahuense de Galeana, en el noroeste de la entidad, se han visto envueltos en nuevo suceso de violencia. El pasado fin de semana fueron detenidos cinco de ellos por la policía municipal de Nuevo Casas Grandes bajo cargos de portación ilegal de armas.

Los LeBarón argumentan, Julián entre ellos, que en realidad sus primos solicitaron la ayuda de esa policía porque una prima les había requerido el apoyo tras advertir que hombres armados –“sicarios”, dijo– y desconocidos hasta ahora, habían sitiado su domicilio y habían torturado a uno de sus empleados.

Pero en lugar de auxiliar a los primos que viajaron “en caravana” de Galeana a Nuevo Casas Grandes, los agentes de la policía los detuvo y arrestó, y que una de las armas largas que se les decomisó, de las llamadas “cuernos de chivo”, les fue “sembrada”. El uso de las redes sociales por parte de Julián alertó al resto de los LeBarón, quienes se aprestaron en las instalaciones de Seguridad Pública de Nuevo Casas Grandes para tratar de liberar a sus parientes. Entre empellones y el intercambio de algunos golpes que no llegaron a más, los agentes lograron impedir su acceso.

Unos celebraron el arresto, otros lo condenaron. Julián LeBarón acusa en la prensa que algunos policías de ese y otros municipios del noroeste trabajan para el crimen organizado y que eso explica la actuación de las fuerzas del orden.

Todo parece indicar que la trama es mucho más compleja y que tiene más historia que la que cuentan hoy, al calor de esa disputa reciente, quienes apoyan o censuran la actuación de uno y otro bando.

Por ahora, una serie de preguntas habrán de irse postulando, si es que se quiere despejar, con el tiempo y con mucha franqueza, algunas hipótesis más justas que nos ayuden a comprender de fondo el estado que guarda la violencia y todos sus efectos en esa zona de nuestro estado fronterizo, cuya condición geográfica de por sí ya nos ofrece un esbozo para indagar de manera social, cultural y políticamente las complicaciones de ese proceso y, de presentare, algunas alternativas de resolución.