El alcalde de la ciudad de Chihuahua, Marco Bonilla, pretende tapar la situación que hay en el municipio, vendiendo su supuesta buena imagen. Hay días que por Facebook lo podemos ver vestido de vaquero o de etiqueta, e informal si a sus fines así conviene.

Todos fuimos testigos de su ridícula aparición vestido en fino paño azul que alcanzó a los sombreros para hacer patente el color de su partido, Acción Nacional.

Para la ciudad todo eso tiene un costo, y lo paga el contribuyente. En la búsqueda de una popularidad artificial, Bonilla paga cantidades millonarias en la prensa para ocupar las primeras planas, y por si fuera poco, en las páginas editoriales publica los artículos que algunos colaboradores le redactan, abordando temas tan diferentes que harían pensar que es una enciclopedia de conocimientos.

El domingo pasado, por ejemplo, publicó un “sesudo” estudio sobre la importancia de la lactancia materna. Pero eso es lo de menos. Lo grave del asunto es que contrata empresas como la encuestadora Rubrum para autogalardonarse como el alcalde número uno de todo el país, según un sondeo que, para engañar, se hizo circular profusamente aquí durante los últimos días.

Cuál es la metodología, se puede uno preguntar, para investigar quién es mejor alcalde, si el de aquí o el de Puebla, Aguascalientes o Monterrey. Se antoja preguntar quién conocerá a Marco Bonilla más allá de Ranchería Juárez.

Pero, como con dinero baila el perro, por lo pronto el alcalde se hace pasar como el número uno de todo el país, debido a que la encuestadora mencionada tiene costosos menús para colocarse a la cabeza, porque a final de cuentas nadie se preguntará si eso es cierto o no, y algo va quedando de la “buena” fama que se compra con dinero de los ciudadanos.

En la realidad, las calles están llenas de baches, la señalización no existe, de la iluminación ni para qué hablar, Chihuahua está oscura, y la delincuencia está a la orden del día. Pero eso sí, Bonilla, al igual que la gobernadora Maru Campos, traen una sonrisa tatuada en el rostro; ellos siempre están felices, disfrutando del poder y engañando con sus encuestas balines.