El contagioso virus de la corrupción política está inoculado en el PAN prácticamente desde su origen. Fundado por banqueros, exlatifundistas porfirianos y a la postre por los neopanistas que brotaron como hongos después de la nacionalización de la banca, es lógico pensar que los anima el deseo de la ganancia. Como toda generalización, esto tiene sus excepciones. El PAN fue el principal partido cómplice del Pacto por México que puso en ruta al país hacia el puerto más grande de la corrupción imaginable como lo está evidenciando el escándalo de Lozoya y PEMEX. Hablo de ese pacto que alentó Ricardo Anaya y Gustavo Madero y que apoyó Javier Corral en extenso artículo publicado en las páginas de un periódico local y que ya en varias ocasiones he reseñado. 

El video donde se ve a prominentes panistas recibiendo fajos de dinero no debe causar extrañeza, es natural. Guillermo Gutiérrez Badillo, el secretario particular defenestrado del gobernador queretano, Francisco Domínguez Servién, no es a final de cuentas sino la punta de un iceberg que terminará por hundir al PANtánic. Aún falta mucha información para ahondar en el tema, pero de que la corrupción panista es ancestral, no me queda duda. Si se robaron una elección federal como la del 2006, entronizando a Felipe Calderón contra toda filosofía profesada en sus documentos fundacionales, qué más no podrían robarse. 

Aquí en Chihuahua hay ejemplos memorables: durante el sexenio de Francisco Barrio, Joaquín Mesta Soulé –hermano del segundo de a bordo del corralato– incurrió en vergonzosos hechos por los que prácticamente nunca pagó, pues su pedigrí se quiso dejar a salvo. De él se nutre lo que aquí se llama “la familia feliz del PAN”. Pero no está sólo Mesta Soulé, también Juan Blanco Saldivar es un corrupto al que los mismos panistas señalaron en el Congreso; se suma el exalcalde de Juárez, Gustavo Elizondo Aguilar, igualmente impune y ahora alto funcionario con Javier Corral.

Sumen a esto y dentro de la misma administración a Gustavo Madero, Miguel Riggs y Antonio Pinedo. Pero lo más notable es que Javier Corral tiene señalada por hechos de corrupción a María Eugenia Campos Galván y no ha hecho nada, salvo intrigas palaciegas para descarrilarla en su candidatura. En esto jugó a perder-perder con una torpeza descomunal. 

María Eugenia Campos Galván es corresponsable cuando en su calidad de diputada local llegó a un arreglo con César Horacio Duarte Jáquez para golpear al Poder Judicial del Estado a cambio de tener dos magistrados apoltronados en el Tribunal Superior de Justicia. El mismísimo Barrio lo denunció, cito sus palabras porque son imperdibles, y fueron pronunciadas a la hora de la fundación de Unión Ciudadana: “(…) Pero nada comparable al golpanazo que ha sufrido esa institución (Poder Judicial) de nuestra vida pública en los últimos meses, empezando con la designación de un compadre del gobernador, sin una carrera judicial, siguiendo con la jubilación o renuncia forzada de trece magistrados que fueron sustituidos a través de un reparto de posiciones entre los partidos, en el que nueve de ellos son incondicionales del gobernador (…); los siguientes quince años, muchas de las resoluciones judiciales obedecerán a criterios políticos…”. Pues bien, Maru Campos fue de las que operó esa decisión y por eso en la asamblea fundacional de Unión Ciudadana, cuando escuchó las palabras del exgobernador, se levantó y abandonó la sala. Claro que tiene cola que le pisen. 

Pero hay otras corrupciones menos visibles pero igualmente delicadas: el tráfico de influencias que practica César Augusto Peniche Espejel en la Fiscalía, tener jueces a modo y de consigna, y nombrar a su compadre Eduardo Fernández Herrera como titular de la Secretaría de Salud, cuando todo mundo sabe que sus conocimientos no pasan más allá de recomendar una aspirina para el resfriado. Eduardo Fernández ha realizado actos para pagar facturas de dudosa legalidad a otro compadre de Corral, Eduardo Almeida. Por lo demás, Corral paga chayote, discrimina y maltrata a los periodistas y esto es una pieza muy importante de la corrupción y la impunidad. 

Los hechos de la coyuntura nacional que involucran de pestilencia y podredumbre al PAN y esa historia, sucintamente narrada, van a pesar bastante para botar, con “b”, al PAN de Chihuahua en 2021.