¿Por qué México no se decide a apoyar a Palestina?
Es explicable que mientras el gobierno de Trump publica su recurrente informe sobre los derechos humanos en el mundo, omitiendo la crisis de Gaza, es inexplicable –y menos justificable– que el gobierno de Claudia Sheinbaum guarde silencio en torno a la grave crisis humanitaria que ha sentado sus reales en esa región del mundo y que ha recibido la repulsa internacional.
Obvio decir que no es un tema fácil de abordar en la circunstancia mexicana, pero también es imperativo que el gobierno nacional y su cancillería fijen una posición y no persistan en guardar un silencio que deshonra a la administración y pueda demeritar al país en la escena mundial en sus vastas relaciones con las organizaciones multinacionales como la ONU, la UNESCO y otras como la Comunidad Europea, que se hace presente en crisis de este tipo, marcando pautas para el fortalecimiento de los derechos humanos.
La presidenta Claudia Sheinbaum, cada vez que puede, y en ocasiones de manera retórica, proclama la soberanía nacional, pero está distante del tema que me ocupa de apegarse a los principios constitucionales que rigen la política exterior de México, y de la cual ella es responsable por ser la jefa del Estado mexicano y, por ende, la voz del país hacia todo el mundo exterior, que está pendiente de la postura mexicana.
La Constitución establece el principio de la resolución pacífica de todos los conflictos que se den en la escena internacional. México ha defendido en diversos momentos este principio con hechos, no simplemente con pronunciamientos. Por eso extraña que el gobierno de Sheinbaum se preserve en un silencio cobarde que, bien mirado, es para no incomodar las relaciones con los Estados Unidos, y de ahí con el estado de Israel, sin duda dos potencias difíciles de encarar, pero que es inadecuado que impongan un silencio cómplice ante el mundo entero que nos ve y no tardará en reprocharlo.
México no tiene los principios constitucionales a los que me he referido por un simple amor a las palabras. Hay un pasado colonial, una larga y sangrienta guerra civil por nuestra Independencia nacional, la lucha contra un intervencionismo de Napoleón III, el padecimiento que significó el sacrificio del presidente Madero a manos del cómplice de la embajada norteamericana, el nacionalismo del general Lázaro Cárdenas, que se concretó en la expropiación petrolera y en el apoyo a la república española contra el fascismo, la solidaridad con Chile, la oposición a que se coartara al pueblo cubano de su vía revolucionaria en los primeros años que siguieron a la caída de la dictadura de Batista, y aunque la lista no es completa, podría enumerarse las veces que presidentes mexicanos han tomado una decisión definida sobre Palestina.
Tienen esos principios nuestra Constitución porque hay un pasado que lo respalda y que hoy deshonra la Presidencia de la república ante la crisis palestina. Resalta, además, que sea más decoroso el comportamiento de jefes de estado como Petro y Boric, de Colombia y Chile, respectivamente, que en el contexto latinoamericano tienen posiciones claras, cuando nuestro país había jugado antes un papel de vanguardia.
Por otro lado, hay una tendencia que se expresa en las actitudes de Gran Bretaña, Francia y Canadá, los primeros dos con pasado colonialista, que han anunciado el reconocimiento de Palestina en la próxima Asamblea General de las Naciones Unidas. Los vientos son más que claros y por eso cada vez se extraña más la pusilánime actitud del gobierno de Sheinbaum, debido, entre otras cosas, a la inexperiencia e ineptitud del canciller que la acompaña, el señor Juan Ramón De la Fuente.
Que Trump presente su cínico informe sobre derechos humanos en el mundo, es algo ordinario; que sea omiso en torno a la crisis humanitaria en Gaza, está dentro de su lógica imperial, como también la bagatela de asumirse como acreedor del Premio Nobel de la Paz. Pero que la presidenta Sheinbaum tenga las reservas aquí reseñadas, desmiente que asuma una auténtica y genuina posición de la soberanía de nuestro país.
Es un silencio para la historia que se le reclamará por siempre.


