Columna

Por la Cuatroté no pasa el federalismo

Con el arribo al poder de López Obrador y Claudia Sheinbaum el centralismo se ha exacerbado. Si bien es un proceso que viene de lejos y que ha demeritado al federalismo, la llamada Cuatroté lo está llevando al extremo. En parte observan las formas, pero en los fundamental lo hacen burdamente en un afán de consolidar una hegemonía que será una horma para el desarrollo del país en lo político y lo económico.

En materia hacendaria la dependencia fiscal de los estados se mantiene al viejo estilo del PRI. El gobierno central continúa apoderado de las principales fuentes tributarias, la Ley de Coordinación Fiscal es la base del colonialismo interno y el Presupuesto de Egresos de la Federación su instrumento de facciosidad. De poco ha servido lo que dice la Constitución que nos define como república federal.

En materia electoral está en marcha la más feroz destrucción de las instituciones para articular el régimen interior y autónomo de los estados, como correspondería a una genuina nación federada, de acuerdo al propósito histórico que varias generaciones han preconizado.

Pero ahora vemos un fenómeno mucho más claro, y es la materia de esta entrega. La seguridad está dependiendo en absoluto de Palacio Nacional y se emplea como un mecanismo de poder absolutamente centralista. Es una pieza clave de la militarización. Me parece que esto es irrebatible.

Lo vimos en el espectáculo de ayer en Culiacán, Sinaloa. Ese lunes se confirmó que el poder presidencial crece a expensas de los otros, debilitando a tal grado las instituciones que en realidad borra a los estados.

El general Ricardo Trevilla, secretario de la SEDENA estuvo en la zona de guerra que es hoy Culiacán, dando un espaldarazo a Rubén Rocha, que se ha convertido en el instrumento más protegido en un estado del que en los hechos no es gobernador.

Rocha debiera estar ante la justicia, respondiendo de sus faltas, entre otras, porque de gobernador se ha convertido en intendente de una región del país en el que la “soberanía” la ejerce el narco y una fachada de instituciones que claudicaron de su cometido constitucional.

Trevilla fue a autorizarle a la Policía Estatal de Sinaloa utilizar armas reservadas para el uso del Ejército, entrega de pertrechos y blindados; pero eso sí, dotando o imponiendo a esa policía mandos militares, la tarea de reclutamiento de más policías, y en general dando apoyo a un gobierno que repudia el pueblo de Sinaloa.

En este centralismo, corroborado en Sinaloa, ahora habrá un gobernador militar en la persona del brigadier Óscar Rentería Schazarino. Para darle un tinte civilista estuvo el señor Harfuch entregando patrullas y sin encarar que ya cuenta en su haber el fracaso sinaloense de una guerra imparable. Aquí el espectáculo centralista se expresó en que todos, rodeando a Rubén Rocha, demuestran qué hay un centralismo de intocables.

Así, se puede decir adiós al federalismo, y de nuestra “soberanía nacional” da cuenta la errática gestión de Claudia Sheinbaum, que se obstina en negar su dependencia de Trump, cuando las evidencia las tiene encima, ahora nos viene con el cuento de que México sólo tiene una combinación reducida a un “taller en Texas”.

Por la Cuatroté no pasa el federalismo.