En los últimos gobiernos del PAN, como el de Maru Campos –el de Corral incluido– se ha dado una confusión entre lo público y los negocios particulares. Ya a nadie extraña, por ejemplo, que las alcaldías de Chihuahua, en particular la de la capital, sean gerencias tramitadoras de los intereses de Cementos de Chihuahua para la construcción de la infraestructura pública.

Corral nos trajo a Alejandra de la Vega, entre otras cosas para sentirse que la élite económica lo digería bien. El desastre quedó a la vista y la juarense se hizo de más gasolineras, equipos de fútbol y tiendas de conveniencia para continuar en el negocio del alcohol.

Ahora nos desayunamos con una declaración de Jorge Cruz Russek, alcalde suplente del panista Marco Bonilla por los siguientes dos meses, que dice que dará continuidad a las metas fijadas por el alcalde que hoy pretende reelegirse y que además está bajo el cobijo de la gobernadora.

A Cruz Russek nos lo venden ahora como un empresario altruista, pero esconden que su familia, de añejo y elitista linaje, es el cuñado de la gobernadora que se encuentra en etapa prenupcial, y además proveedor de primera línea del gobierno del estado en ramos tan costosos como la venta de flotillas de automotores a los que se dedica el futuro consorte de palacio.

Si bien el capital como categoría económica se refiere a una relación social, aquí la mezcla entre intereses y las fusiones familiares están reproduciendo el viejo esquema porfirista en el que la familia de Luis Terrazas dominaba toda la economía. Y cuando digo toda, es toda. Y ya ven lo que pasó.

Hoy lo que se advierte es un cinismo en el que la gobernadora del estado, sus candidatos, los medios de comunicación vendidos, sólo saben ver la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio. Y es que más que cristianos, son católicos.

Pues muy mal van las cosas.