En los últimos días, previos a los conflictos en el estado, destacadamente el del magisterio de la Sección 42 del SNTE, Javier Corral se solazaba al escuchar de viva voz o a través de las redes sociales que “no está solo”. Ya sabemos lo que significa esa porra, que como retintín suena en derredor de los personajes de cierta notoriedad con un tufillo a culto a la personalidad.

Frente a conflictos importantes es necesario que los que están del lado de la justicia no estén solos. Es recomendación bíblica que el hombre no esté solo; desde luego tampoco la mujer. Toda soledad merece, cuando menos, explicar las ausencias. En el caso que me ocupa, el señor Corral padece una y es la de su propio partido.

En medio de la conflictividad actual –cobra cotidianidad ese calificativo en Chihuahua– es dable preguntarse dónde está el PAN, dónde está eso que los retóricos del partido llaman “sistema PAN”, porque, sinceramente, brilla por sus ausencia, cuando debiera estar en la escena pública defendiendo al gobernante que emanó de sus filas. ¿Alguien sabe dónde está Álvarez Monge? Como dicen los avisos de desaparecidos, se agradecería en los círculos azules informe sobre su paradero.

¿Ya no sirven los partidos para apoyar a sus gobiernos? Parece que no. Las causas pueden ser múltiples, incluida la crisis de estas instituciones que golpea parejo y sin distingos de ideologías; pero a eso contribuye cuando el que necesita apoyo transpira carácter de todopoderoso, que por sí solo puede resolver desde el más pequeño hasta el más grande conflicto. Los súperhombres nietzscheanos no necesitan apoyo, por tanto son los causantes de las miserias sociales de solidaridad en su derredor.

Lo más complejo de esto es que el líder, en su enajenación, no se da cuenta. Son como los que trabajan en un faro: no se percatan que a los pies del mismo reina la oscuridad, al menos esto se justifica cuando su luz orienta a los barcos. Se opina en la calle: aquí tampoco hay luz.