Se le veía presuroso cruzar la Plaza Hidalgo para internarse en el Palacio de Gobierno de Chihuahua durante el sexenio de César Duarte. Fungía como una especie de consultor que aprovechaba cualquier barrote para hacer una escalera hacia sus proyectos de poder. Hablo de Pablo Héctor González, el actual presidente del Tribunal Superior de Justicia. 

Durante el corralismo, y dictando clases de escolástica a través de El Heraldo, se congració con todos para llegar a la presidencia que hoy ocupa. Ahora, aprovechando la misma tribuna que le facilita el viejo y decadente periódico, hace hasta lo imposible para que lo vean desligándose del hasta ahora su jefe, Javier Corral Jurado. Ayer escribió un artículo denominado “Tiempo, forma y fondo”. Quiso parecer sesudo y docto; en realidad se trata de un simple mensaje al interior de la clase política para decirle a la derecha: “no me olviden, aquí estoy”. 

Nos expone, vulgarizando el concepto, lo que a su juicio entiende como el debido proceso legal. Le asigna temporalidad, la formalidad y el fondo que no es otro que su propio acomodo en los cambios que vendrán con motivo del proceso electoral y, desde luego, ya se ve prorrogándose en el cargo. 

El mensaje ahora, que por obvio se calla, está formado por dulces y chocolates en favor de su correligionaria ideológica María Eugenia Campos Galván, pero si los tiempos cambiaran puede sacar de su archivero otro discurso que lo haga ver con anclajes hasta en la mismísima llamada “Cuarta Transformación”. Si solapó a Duarte y a sus seguidores ahora, es lo previsible. No sabemos si su tiempo de caducidad ya concluyó; tengo para mí que sí. 

Él dice que el debido proceso se entiende mejor cuando hay un director de orquesta, como lo tuvo con Corral a lo largo del quinquenio. Ahora insinúa que puede haber venganza y no justicia, un lenguaje que revela para él aquello de “muerto el rey, que viva la futura reina”. Por eso expone únicamente lo que es la “verdad legal”, procedimental, no la histórica, la real, la que tiene que ver también con la ética.

Luego, en pocas y llanas palabras se muestra partidario de que se libere, a través de cualquier forma, a Maru Campos. Según él, eso es bueno para la convivencia democrática, y, obvio, para él, que sudoroso siempre aspira a caer bien parado.