Cuando Germán Dehesa, el antisolemne escritor mexicano, escuchaba la expresión “arquitectura neoclásica” solía decir: “¡guácala!”. Y como toda opinión estética desde luego que es polémica, pero algo hay de razón. De esa arquitectura es la madrileña Puerta de Alcalá, que se convirtió en una pegajosa canción de varios autores e interpretada por Ana Belén y Víctor Manuel. “Ahí está, ahí está”, es el retintín que más se adhiere al tímpano.

Algo similar pasa con la injusticia existente en el país cuando se trata de ajustarle cuentas a un alto funcionario público por corrupción. Al principio estaba de titular de la PGR Jesús Murillo Karam y César Duarte estaba ahí; llegó Arely Gómez y Duarte estaba ahí; llega Raúl Cervantes y Duarte sigue ahí. Duarte como Puerta de Alcalá, viendo pasar el tiempo, y en el imaginario de quienes visitábamos el Unicornio de don Germán Dehesa no nos queda más que exclamar: ¡guácala!

Y es que los agravios que no se remedian por el Ministerio Público Federal causan vértigo, náuseas y terminan en vómito. A Murillo lo arrastraron en su caída los 43 de Ayotzinapa; luego llegó Arely Gómez con el peso de Televisa abriéndole paso y con sus mentiras expresadas al denunciante de Duarte que esto escribe y al entonces senador de la república, Javier Corral, hoy gobernador del estado. Mentiras que se pronuncian en elegante oficina, con una funcionaria acicalada hasta la perfección, en medio de un despacho con buena pintura y sobradas orquídeas. Escenario para engañar y amilanar a los que se dejan, pero a final de cuentas cenáculo de la falsedad.

Hoy, salido estrictamente del ámbito de la política y de los cuates, Enrique Peña Nieto ha nombrado al priísta Raúl Cervantes para que encabece la PGR, previo el trámite de ratificación en el Senado. Llegará Cervantes y seguramente dirá: “El expediente en el que se tramita la investigación penal de César Duarte es voluminoso, tiene cien mil hojas, déjenme leerlo”, y además, esto no es noticia pero ha de saberse, el “técnico” que lo estaba analizando también se fue y el que lo releve llegará ignorante y a pedir tiempo. Ciertamente todo esto es conjetural, pero los visos de que sea verdad casi los damos por hecho. Nuevo procurador, seguramente nueva prórroga; y justicia diferida, es justicia denegada.

Pero todavía hay más y para burlas está el pueblo de México. A Arely Gómez la van a encargar de implementar –palabreja elegante que esconde voluntades falsas– el Sistema Nacional Anticorrupción. Sí, leyó bien. La mujer política que ha brincado de una senaduría a la PGR y ahora al aludido SNA y que desea llegar a la Suprema Corte, no pudo ni esclarecer los grandes sucesos criminales del país, tampoco hacerle nada a cuatro gobernadores corruptos que ya la sociedad condenó, y ahora, como una especie de mujer maravilla le encargan un área de la administración en la que se ha mostrado como absolutamente ineficiente y como pieza clave del régimen de corrupción e impunidad que impera en el país.

Por eso digo: este asunto es de náusea y otra puñalada más en la espalda del pueblo mexicano.

Como reguero de pólvora circuló la versión de que el nuevo procurador general peñanietista es muy pero muy amigo de César Duarte; y eso que en un país de instituciones es irrelevante, entre nosotros pesa mucho: compadre mata Constitución. ¿Habrá que encender muchos fuegos en Chihuahua para que se haga justicia? No es el propósito de la lucha antiduartista, pero una olla Presto (y no es comercial) que se deja en el fuego prolongadamente, tarde que temprano estalla.

César Duarte es como la Puerta de Alcalá, ahí está viendo pasar el tiempo, y eso significa impunidad.

Pero siguiendo la escrupulosa lógica que tanto gustaba a Germán Dehesa para extraer sus conclusiones, también significa: César Duarte, ¡guácala! ¿Cuándo lo asumirán los altos funcionarios? Quién lo sabe. Pero más preocupante es que los ciudadanos estén dormidos e inmóviles.